martes, 13 de junio de 2017

El mundo de los disparates: El trastorno universal

Ilustración del "Álbum de Momo" (1847)
Este es un ejemplo de una relación de disparates donde no se aprecia un interés satírico o crítica burlesca, sino una especie de tótum revolútum de nombres de ciudades y de localidades sin orden ni concierto. Nada parecido a otras composiciones mucho más ingeniosas y trabajadas donde pueden inferirse entre líneas críticas a determinados personajes o disfrutar de situaciones cómicas por lo extravagante de sus asociaciones.

La relación, en su conjunto, no parece obedecer a un objetivo determinado, por lo que se convierte en una especie de sarta de incoherencias en un desfile vertiginoso de ciudades y lugares. En definitiva, una acumulación enumerativa de imposibles.

El pliego, del que no conozco otras versiones, fue impreso en Barcelona por Ignacio Estivill en 1854, impresor al que ya dedicamos una entrada anterior, que puede consultarse a través del siguiente enlace:

lunes, 5 de junio de 2017

El mundo de los disparates: Décimas disparatadas para reír y pasar el tiempo

Ilustración de "El Álbum de Momo" (1847)
El tema de los disparates puede considerarse un subgénero de los pliegos de cordel y de la tradición folklórica en general. Tanto los pliegos de cordel como las aleluyas o aucas guardan estrecha relación con el tema del mundo al revés y con las manifestaciones folklóricas infantiles, donde las sorprendentes imágenes y metáforas ingeniosas ejercen fascinación y nos conectan con un universo mágico e irracional lleno de sugerencias.

En el saco sin fondo de los pliegos de cordel también se recogen determinadas composiciones donde el elemento rítmico y sonoro, acompañado de un sentido de juego, adquiere singular importancia. Esta experiencia lúdica conecta con lo que se denomina el sinsentido: expresiones con contenidos absurdos que en el mundo infantil sirven como soportes de formas de "echar a suertes" antes del inicio de un juego o bien como simple motivo de diversión.

Aunque en el pliego que reproduzco, editado en Madrid por Marés en 1855, no figura el autor de los versos, sabemos que corresponden al injustamente olvidado Juan Martínez Villergas.






No está de más aprovechar estos ingeniosos y disparatados versos para comentar algo de la vida y producción literaria de su autor.

Juan Martínez Villergas (Gomeznarro, Valladolid, 1816 - Zamora, 1894) 


El ilustre ensayista, profesor y escritor vallisoletano Narciso Alonso Cortés (1875-1972), publicó en el año 1910 un Bosquejo biográfico-crítico sobre Juan Martínez Villergas [Valladolid, Tipografía del Colegio Santiago para huérfanos del Arma de Caballería]. El nombre de Villergas ahora no nos dice nada y se encuentra sepultado en un injusto olvido, pero gozó de gran fama por sus publicaciones satíricas y burlescas en la prensa local de la época, considerado como uno de los poetas satíricos más ilustres del siglo XIX.

Las composiciones jocosas y divertidas de Juan Martínez Villergas fueron ampliamente leídas en las sociedades artísticas y literarias (también entre las capas populares, como se desprende del pliego). En 1842 dio Villergas a la imprenta la primera edición de sus poesías, que habían venido ilustrando distintas publicaciones en la prensa.

En abril de 1843, el escritor valenciano Wenceslao Aiguals de Izco creó un semanario titulado La risa, donde nuestro autor colaboró con gran asiduidad mediante cuentos, epigramas, artículos de costumbres, letrillas festivas o narraciones de viajes.

Participó escribiendo en periódicos festivos como El fandango, El Dómine Lucas y en publicaciones de corte republicano donde podía exponer sus ideas de una forma más explícita que en los diarios de ideología monárquica. Tampoco hay que desdeñar sus producción dramática, estrenando con éxito obras como Ir a por lana y salir trasquilado o El padrino a mojicones, etc.
Su soltura para la versificación y su mordacidad para los políticos que no eran de su agrado le hicieron ser agresivo hasta la ofensa, lo que le ocasionó abundantes poblemas. Pero es en la publicación El Tío Camorra, periódico político y de trueno, iniciado en 1847, donde arremetía contra políticos y literatos. Leídas con la perspectiva actual, tienen poco interés al referirse a menudencias políticas que ahora nos resultan ajenas por razones de actualidad y por desconocer el contexto que engloba sus aceradas críticas.

Los años convulsos que le tocó vivir y debido a las severas críticas y a sus enredos le llevaron a la cárcel. Sin embargo, su azarosa vida le condujo a una serie de nombramientos: en 1855 fue nombrado consul de España en la ciudad inglesa de Newcastle. A la caída de Espartero, a quien tanto atacó, el gobierno de O'Donell le nombró cónsul general de España en Haiti. A su llegada a Puerto Príncipe para ocupar su puesto, se enteró de que su nombramiento había sido anulado por el nuevo gobierno que había reemplazado al de O'Donell. Sin recursos, en 1857 tuvo que embarcarse para Cuba y en La Habana logró al poco tiempo publicar en un semanario llamado La Charanga variados artículos y poesías. En 1858 embarca para México. En Veracruz, al tomar una diligencia, fue asaltado por tres bandoleros y tuvieron que defenderse a tiro limpio, quedando herido uno de los bandoleros. Tras su breve estancia en la capital mexicana regresó de nuevo a La Habana en 1859 donde creó un nuevo periódico llamado El moro Muza. En 1861 decidió regresar a España, aunque fue por poco tiempo.

Vemos, en fin, que la agitada y azarosa vida de Villergas no le impidió desarrollar una gran obra llena de talento, a caballo entre la sátira política y estudios serios y competentes propios de un gran creador. Su temperamento batallador e inquieto dejó de acompañarle en Zamora el año 1894.

Sus poesías jocosas y satíricas alcanzaron varias ediciones: la primera, editada en Madrid en 1842, a las que siguió otra, corregida y aumentada, en 1847; una tercera, editada en La Habana en 1857, y una última, costeada por el Casino Español de La Habana, de 1885, que reproduzco.










El texto que acompaña el pliego, donde no se cita al autor, práctica habitual en este tipo de impresos, es copia del que publicó Villergas en el Álbum de Momo en 1847 con el título de Glosa atroz.



©Antonio Lorenzo

martes, 30 de mayo de 2017

Testamentos burlescos: Apúnteme usted, señor escribano... [II]


Continúo con los testamentos burlescos donde se incluye la fórmula apúnteme usted, señor escribano, recogida como refrán, como integrante de algún cuento tradicional o como canción o recitado en cancioneros folklóricos recogidos por tradición oral o bien en pliegos de cordel.

En el caso de los pliegos de cordel reproduzco uno de ellos donde se incluye el siguiente testamento que hizo la mona a su hermana. El título del pliego no parece que tenga nada tiene que ver con el testamento transcrito, en cuyo encabezamiento se dice: [Relación burlesca de un lance que sucedió en la ciudad de Toledo con un fraile de un convento que llamaban de los Padres Aceiteros por recrear a una mona en su aposento para su diversión: se refiere el chasco que vino a darle, con lo demás que verá el curioso lector]. El testamento final más bien parece un elemento de relleno, si bien Pilar García de Diego, en su clásico estudio El testamento en la tradición [Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, X (1954)] lo considera "una refundición de anteriores versiones, porque el tema de legados fantásticos, que el testador reconstruye imaginativamente sobre unas pobres ruinas, es muy antiguo en la tradición".





Comentaba en la entrada anterior que la popularidad de este testamento burlesco alcanzó incluso la gran pantalla. En efecto, la famosa actriz Rita Hayworth interpretó (doblada su voz, al parecer, por Anita Ellis) un inclasificable Hermanito de mi corazón. La película Los amores de Carmen, basada en la célebre obra de Prosper Mérimée, la protagonizó junto a Glenn Ford en 1948.












































 
A través del siguiente enlace se puede contemplar y escuchar la interpretación de Rita Hayworth en forma de tanguillo de Cádiz.


                https://www.youtube.com/watch?v=cqW8E_HDwjM

             Hermanito de mi corazón,
             que ya tú sabrás que me estoy muriendo,
             y te “pío” y te encomiendo
             que llames a un escribano,
             también a mi primo hermano.
             Quisiera hacer testamento,
             como esos payos con fundamento,
             apúnteme usted señor escribano,
             apúnteme usted señor escribano.
             Lalalú, lalalú, lalalú, lalalú, lalalú.
             Lalalú, lalalú, lalalú, lalalú, lalalú.
             Apúnteme usted una cortina
             que por “ca” agujero cabe una vecina;
             apúnteme usted señor escribano.
             Apúnteme usted una escopeta,
             que no tiene llave, cañon ni baqueta;
             apúnteme usted señor escribano,
             apúnteme usted señor escribano.
             Lalalú, lalalú, lalalú, lalalú, lalalú.
             Lalalú, lalalú, lalalú, lalalú, lalalú.
             Apúnteme usted un olivar,
             que no se ha sembrado ni se sembrará;
             apúnteme usted señor escribano.
             Apúnteme un cuadro “rompío”
             que ya ni Dios sabe el santo que ha “sío”;
             apúnteme usted señor escribano,
             apúnteme usted señor escribano.
             Apúnteme usted señor escribano:
             cubiertos de oro,
             cubiertos de plata,
             mantones "bordaos",
             con flores de seda,
             dos copas de anís,
             dos copas de vino,
             una noble gitana
             que mucho me quiera.
             Lalalú, lalalú, lalalú, lalalú, lalalú.
             Lalalú, lalalú, lalalú, lalalú, lalalú.

También el controvertido cantante Miguel de Molina interpretó en la década del 40 del pasado siglo un llamado Testamento del gitano, que puede escucharse a través de este enlace:


                   https://www.youtube.com/watch?v=nFf0YEOG2J4

           ¡Ay! manito de mi corazón
           que ven a mi verita
           que me estoy muriendo,
           y yo te pío y te encomiendo
           que llames a un escribano
           y también a mi primo hermano,
           porque quiero hacer testamento
           como esos payos con fundamento.

           Apúnteme usted, señor escribano,
           apúnteme usted:

          ¡Ay! apúnteme usted un olivar
          que ni se ha sembrao ni se sembrará;
          apúnteme usted, señor escribano,
          apúnteme usted.

         Apúnteme usted un camisón
         que no tiene cuello, puños ni faldón;
         apúnteme usted, señor escribano,
         apúnteme usted.

         Apúnteme usted un San Lorenzo
         que se me fue el santo
         y se ha quedado el viento;
         apúnteme usted, señor escribano,
         apúnteme usted.

         ¡Ay! apúnteme usted una pistola
         que ve a los civiles y dispara sola;
         apúnteme usted, señor escribano,
         apúnteme usted.

         Apúnteme usted tres gallinas
         que son más decentes que toas mis vecinas;
         apúnteme usted, señor escribano,
         apúnteme usted.

         Apúnteme usted cinco duros
         que si me los presta me sacan de apuros;
         apúnteme usted, señor escribano,
         apúnteme usted.

        ¡Ole, tacatán tacatán!
        Tirirí tirirí tirirán tacatán,
        ¡se acabó!

La expresión formulística apúnteme usted, señor escribano traspasó fronteras y llegó a América. Prueba de ello son las diferentes versiones que han sido recogidas en distintos países, como en México y en el sur de Estados Unidos. Un ejemplo de ello es este Testamento del negro recogido en la isla de Cuba

       Apunte u’té, señor escribano,
       apunte u’té con la pluma en la mano;
       apunte u’té unos pantalones
       que no tienen ojales ni tienen botones;
       apunte u’té unos calzoncillos
       que no tienen pretina ni tienen fondillos;
       apunte u’té una camiseta
       que no tiene pechera ni tiene faldeta;
       apunte u’té unos zapatongos
       que hace quince o veinte años que no me pongo;
       apunte u’té el sillón de Agustín
       que no tiene espaldar ni tiene balancín.


El ilustre investigador asturiano Constantino Cabal, recoge en su libro Las costumbres asturianas. Su significación y sus orígenes [Talleres Voluntad, Madrid, 1925, pág. 130], la finalidad carnavalesca de este tipo de testamentos de pobres, como el que recoge del entierro de la sardina.
     
 -Pa'l entierro de la sardina,
       que murió de golosina...

       Para don José Menéndez
       un peral que dé figos
       y un figal que dé peres.

 El coro comenta así:

     -Apúntelo usté, señor escribano:
      apúntelo usté con la pluma en la mano,
      tintero y papel.

Y el llorón, con la boca o la "turulla":

      -U-u-u-uh...!

En seguida nueva manda:

       Para don Pedro Montoya
       un tiro de tres caballos
       que por todas las pendientes
       vayan desbocados...!

Y el coro, con tono fúnebre: 

       -Apúntelo usté, señor escribano:
       apúntelo usté con la pluma en la mano,
       tintero y papel.

Y el de la "turulla":

      -U-u-u-uh...!

Rastreando por algunos cancioneros folklóricos reproduzco dos ejemplos más sobre este tipo de testamentos.

El primero de ellos recoge una versión de Herrera del Duque (Badajoz) incluida por Bonifacio Gil en su Cancionero popular de Extremadura, Tomo II, [Badajoz, Excma. Diputación, 1956, nº 150, pág. 81.]



           Madre, que m’ ehtoy muriendo, 
           que venga el notario a hacer tehtamento. 
           Vaya uhté apuntando, 
           señor ehcribano, 
           vaya uhté apuntando 
           con la pluma en la mano. 
           Apunteme uhté un olivá(r) 
           que no se ha plantado ni se plantará. 
           Apunteme uhté una butaca 
           que no tiene asiento ni ehpalda ni pata(s). 
           Apunteme uhté un catre de acero, 
           le faltan lah patas y el barrón de en medio... 
           Apúnteme uhté un colchón, 
           por cada agujero le cabe un melón... 
           Apúnteme una sabaniya 
           que no l’han quedado máh que las oriya(s)... 
           Apúnteme uhté un cobertó(r), 
           que cuando me arropo me arrizo del tó... 
           Apúnteme uhté un almiré(z), 
           que por cá abujero le cabe una nue(z)... 
           Apunteme uhté un crucifijo, 
           que ni Dioh conoce el Santo que ha sido...


El segundo, procede del Cancionero popular de la provincia de Santander, de Sixto Córdova y Oña [Libro III, Artes Gráficas Aldus, Santander, 1952, nº 173, pág. 188].



                 Cuando el señor Domingo se fue al hospital,
                 al señor escribano mandólo llamar.
                 Bien, bien, bien.
                 Luego que hubo llegado, mandólo sentar,
                 y de aquesta manera comenzólo a hablar.
                 Bien, bien, bien.

                 Apúntelo usted, bien, señor escribano, bien,

                 que dejo a mi hermano, bien,
                 unos pantalones, bien,
                 que no tienen tela,
                 forro ni botones.

                 Apúntelo usted, señor escribano,

                 apúntelo usted,
                 con la pluma en la mano,
                 tintero y papel.
                 ¡Bien, bien, bien!

                 Apúntelo usted, bien,

                 que dejo a "fulano", bien,
                 unos zapatos, bien,
                 que por cada boca
                 se ríen del amo.
                 Apúntelo usted...

                 Apúntelo usted

                 que dejo a "Joaquina"
                 una mantillina,
                 cosa muy extraña,
                 que es toda tejida
                 con tela de araña.

                Apúntelo usted

                que dejo a "Fulana"
                seis sacos de harina,
                los tres boca abajo
                y tres fondo arriba.

                Apúntelo usted

                que dejo a mi primo
                un gorro de copa
                que era de mi abuelo
                cuando fue de tropa.

                Apúntelo usted

                que dejo a mis hijos
                un melonar
                que no se ha sembrado
                ni se sembrará.
©Antonio Lorenzo