domingo, 31 de mayo de 2015

Todas me gustan + Desengaños de las doncellas

Marcus Stone - 'In love' (1888)
La cronología de la actividad impresora de Pedro Belda, a la luz de los datos consultados, podemos establecerla de la siguiente forma remitiendo a la entrada que le dediqué:


- Durante unos tres años regentó el establecimiento tipográfico de los Herederos de Teruel. El iniciador de esta imprenta fue don Felipe Teruel, quien desarrolló su actividad impresora en la segunda mitad del siglo XVII, entre 1781 y 1799, pasando luego a su viuda, Antonia Ramírez, quien se hizo cargo del taller entre 1781 y 1799. El hijo de ambos, Juan Vicente Teruel, siguió regentando la imprenta entre 1800 y 1822, al que sucedieron los Herederos de Teruel, editores entre 1824 y 1855. 

- Tras regentar durante esos primeros años la imprenta de los Herederos de Teruel y conseguido su traspaso se estableció por su cuenta a partir de 1857 y editando con continuidad hasta al menos 1895 en la calle de la Lencería, nº 20 de la capital murciana.

El pliego que reproduzco pertenece a su etapa de regencia de la imprenta de los Herederos de Teruel, por lo tanto anterior a 1857.





Antonio Lorenzo

lunes, 25 de mayo de 2015

Casada con dos maridos


Ejemplo de un pliego donde figura el nombre del propietario, en este caso de un tal Andrés Garí y se halla en venta en la librería de Juan Grau en Reus. No sabemos con certeza la relación entre el propietario (si es que se menciona, lo que no es frecuente) y el editor del pliego, pues pueden converger distintas variables que se nos escapan. El propietario puede ser el autor o la persona intermediaria entre el autor y el editor o quien tiene los 'derechos' de reproducción por un tiempo determinado o por un número de unidades vendidas. Las relaciones, pues, entre el autor, el propietario y el editor o librero son complejas ya que admiten diversas combinaciones.

La librería de Juan Grau en Reus no es otra sino la conocida librería La Fleca, en la calle Aleus número 1, donde se vendían variados productos, como los que entresaco de otro pliego al tiempo que incluyo una magnífica fotografía de la librería en 1898.

Juan Grau Gené era hijo del también librero Juan Grau y Vernis haciéndose cargo de la librería hacia el año 1880 aproximadamente.








El pliego sitúa los hechos en Sagunto y nos narra el casamiento de la 'joven honrada' Rosalía de Fuenclara con dos hombres ya que, creyéndose viuda aceptó el casarse de nuevo, aunque a regañadientes, con un joven 'bien parecido', de oficio carpintero y que ganaba 'buenos jornales'. Tras quince meses casados y con un nuevo hijo del segundo matrimonio resulta que se presentó el primer marido al que creían fallecido. Rosalía, 'abismada de dolor y una pena que la ahogaba', acabó retirándose en un convento de religiosas descalzas dejando a cada hijo con su padre correspondiente y... con 'lo demás que verá el curioso lector'.

El recurso narrativo de la anagnórisis, o 'reconocimiento' de la identidad, ya sea de esposos o hermanos, tras largo tiempo de desconocimiento es lugar común tanto en las novelas como en el teatro barroco y, cómo no, en las baladas en general y en el Romancero tradicional con ejemplos tan conocidos como Las señas del marido, Hermanas reina y cautiva, La boda estorbada o La condesita, La hermana cautiva... entre otros.







Antonio Lorenzo

domingo, 17 de mayo de 2015

El testamento de la zorra


Agustín Durán, en su célebre Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII, Vol I, (1849), cita en en el catálogo que ofrece de pliegos sueltos el Testamento de la zorra, si bien nos adelanta sólo el comienzo: 'atención, todos me escuchen'. Sabida es la animadversión del erudito a los romances que el denomina 'vulgares', de los que suele ofrecer en muchos casos solamente los primeros versos, pero que visto ahora desde la perspectiva actual se nos antoja en noticia provechosa.

El autor del Testamento de la zorra es el poeta ciego cordobés Cristóbal Bravo, autor asimismo del Testamento del gallo que ya comenté en una entrada anterior y de un Testamento de Celestina basado en la célebre hechicera de la obra de Rojas.

Sabemos que los impresores establecidos en Barcelona de igual nombre: Sebastián Cormellas (padre e hijo) regentaron el más importante taller tipográfico del siglo XVII en dicha ciudad situado en la calle del Call, en pleno barrio judío. La imprenta del padre tuvo supuestamente el honor de recibir la visita de Cervantes (nacido, como el impresor, en Alcalá de Henares) en el verano de 1610, según puede inferirse, con las debidas cautelas, teniendo en cuenta los libros que se citan y estaban dispuestos para la imprenta y dada la importancia de su taller, como se describe en el capítulo LXII de la Segunda Parte del Quijote.
Sucedió, pues, que, yendo por una calle, alzó los ojos don Quijote, y vio escrito sobre una puerta, con letras muy grandes: Aquí se imprimen libros; de lo que se contentó mucho, porque hasta entonces no había visto emprenta alguna, y deseaba saber cómo fuese. Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquéllo que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. Llegó en otras a uno, y preguntóle qué era lo que hacía. El oficial le respondió:
-Señor, este caballero que aquí está -y enseñóle a un hombre de muy buen talle y parecer y de alguna gravedad- ha traducido un libro toscano en nuestra lengua castellana, y estoyle yo componiendo, para darle a la estampa.

Según eminentes estudiosos y biógrafos Cervantes estuvo  residiendo en Barcelona en el verano de 1610 donde seguramente se inspiró para redactar la Segunda Parte del Quijote (1615), cuya Primera Parte (1605) ya había sido objeto de nueve ediciones.

La actividad impresora del padre y del hijo no sólo se redujo en publicar importantes y conocidas obras como La Araucana de Ercilla, el Lazarillo, el Guzmán de Alfarache, la Diana de Montemayor, la Galatea de Cervantes, etc. sino que también atendieron a la publicación obras menores como catecismos, devocionarios, hagiografías y sermones, sin descuidar los pliegos de cordel que, como en el caso que nos ocupa,  salió de su imprenta este Testamento de la zorra en quintillas en 1597 y reproducida de nuevo por la imprenta de Antonio Rodríguez Figueroa (1679-1713) en Valladolid.



El gusto de Cristobal Bravo por escribir testamentos burlescos queda reflejado también en El Testamento de Celestina, pliego poco conocido publicado en Barcelona por Valentín Vilomar en 1597, según anota Rodríguez Moñino, Antonio en su Diccionario bibliográfico de pliegos sueltos, 1970.

«Aqvi se con / tienen dos testa / mentos muy graciosos / El vno es de la Zorra, y el otro de Celestina, / de Duarte, juntamente el Codicillo, / y el Inuentario. /  Impresso en Barcelona en casa / Valentin Vilomar. / Año 1597».
      
El tratamiento burlesco del pliego es evidente, aunque también es interesante observar la materia hechiceril y mágica que contiene. Como ejemplo, transcribo parte del inventario que la moribunda Celestina lega a Elicia con acumulación de objetos o legados hiperbólicos. Para profundizar en el testamento de Celestina remito al fundamental estudio, entre otros suyos, de Lara Alberola, Eva: «'Testamento de Celestina': una burla de la hechicera», en 'Celestinesca', 30, 2006.
                                                                   
                                     ... Aquesta cama en que duermo,
                                     dos sillas viejas y un banco,
                                     vna arqueta pequeñica,
                                     tres botas y cuatro jarros,
                                     la cadena de Calisto
                                     que harto caro me ha costado,
                                     el arca de mis tesoros
                                     que es aquel cofre encorado
                                     donde están los aparejos
                                     para bien y para daño.
                                     Barbas de un cabrón bermejo
                                     y soga de un ahorcado,
                                     dos ojos de un gato negro,
                                     un corazón de venado,
                                     y el hueso que tiene dentro
                                     que sirve al enamorado;    
                                     cinco granos del helecho
                                     cogidos por propia mano,
                                     parias de mujer morena,
                                     una culebra y un sapo,
                                     un pedazo de la tela        
                                     que saca el niño en el parto
                                     las orejas de una mula,
                                     dientes de un desesperado,
                                     un galápago marino,
                                     barbas de un descomulgado,
                                     tierra de una encrucijada
                                     que no poco me ha costado,
                                     que en cogiéndola en candelas,
                                     por ella me han encorozado;
                                     tuétanos de higuera lozana,
                                     un bote de sesos de asno,
                                     la lupia de un potro nuevo,
                                     pelos de perro rabiando...

Pero ciñéndonos al testamento de la zorra, impreso repetidamente durante siglos, viene atestiguado su éxito por la edición, sin año, salida del prolífico taller cordobés de Rafael García Rodríguez, que reproduzco.










Antonio Lorenzo