lunes, 10 de junio de 2013

El violín encantado


Otro de los escasos cuentos folklóricos que han pasado a formar parte de los pliegos de cordel es el titulado «El violín mágico». Se trata, en realidad, de un cuento muy documentado en la tradición cuentística de muchas culturas. En el tantas veces mencionado «Índice de tipos» de Aarne-Thompson está catalogado bajo el [Tipo 592]. Un brevísimo resumen de las secuencias que se pueden encontrar de este cuento, titulado en su catálogo como «El baile entre espinos»,  son las siguientes:

I. El objeto y los poderes mágicos. (a) Un muchacho, expulsado de la casa por una madrastra malvada o (b) despedido del trabajo con una cantidad ridícula por los años de servicio, (c) le da su dinero a un pobre o a un enano a cambio de concederle tres deseos: un violín que al tocarlo hace bailar a todo el mundo; una ballesta o fusil que adonde apunte nunca falle y el poder de conseguir el cumplimiento de sus deseos.

II. En una apuesta con un judío o monje les hace bailar entre espinos hasta que quedan exhaustos y perdiendo el dinero de la apostado.

III. Acusado por robo y condenado a la horca le conceden el permiso para tocar su violín y consigue que todos los presentes comiencen a bailar desaforadamente hasta que obtiene su liberación.

Conocemos versiones castellanas, asturianas, catalanas, extremeñas, vascas, gallegas y andaluzas, aparte de las portuguesas e hispanoamericanas.

Publico el editado en Córdoba en la imprenta de Rafael García Rodríguez, sin año.





Publico la portada de la edición de Carmona, imprenta de D. José M. Moreno, calle Juan de la Cabra, núm 4, año 1858.


Como antecedente literario en pliego lo recoge Durán en su «Romancero general» (1849-1851), II, con el número 1265.

Durán anota al final del romance:
«La misma virtud, que se supone en este romance al violín encantado, tenía el cuerno de caza que regaló Oberon, rey de las hadas, al famoso y devoto Hugo de Burdeos, según se ve en la preciosísima novela caballeresca, escrita en el siglo XIV sobre este héroe que lleno de devoción y de buena fe, pero frágil y enamorado, dio fin a una multitud de tiernas empresas amorosas y a tantas aventuras guerreras. El libro que de ellas trata es uno de los más apacibles y divertidos».
Como curiosidad, publico la portada de este mismo cuento que se regalaba como obsequio de la firma Nestlé a los pequeños consumidores de la harina lacteada.


La primera harina lacteada Nestlé (leche, azúcar y harina de trigo) llegó a España hacia 1873 y a principios del siglo XX se decidió construir la primera factoría española de Nestlé en La Penilla de Cayón, Santander. En marzo de 1905 salía de la fábrica el primer bote de harina lacteada. Aquí fue donde Nestlé inició su actividad como empresa instalada en España, y el primer producto que lanzó al mercado fue precisamente la llamada “harina lacteada Nestlé”, un alimento ideal para la alimentación de los más pequeños de la casa. 



Publico también el comienzo de este mismo cuento editado por la afamada editorial Calleja, que mantuvo su actividad desde 1876 a 1958, siendo el referente obligado de la edición de cuentos infantiles en su dilatada actividad.




Antonio Lorenzo


miércoles, 5 de junio de 2013

El sordo y el arriero


Otro de los escasos cuentos tradicionales que han pasado a los pliegos de cordel es el referido al conocido como «El labrador sordo» o, como se recoge en el índice Internacional de Aarne-Thompson bajo el [Tipo 1698]: «Los sordos y sus repuestas tontas».

La variabilidad y el juego de respuestas que da el sordo suele ser amplia. Unos ejemplos de respuestas en las colecciones de cuentos recogidos por tradición oral son las siguientes:

* A la pregunta por el animal perdido el sordo da respuestas inconexas (es el caso del pliego que editamos).

* Los viajeros preguntan por una dirección y el sordo cree que quieren comprarle los bueyes.

* Un embustero hace creer que cada persona es sorda antes de encontrarse con otra, con lo que al final se forma un gran griterío.

* Un viajero le pregunta por un camino y el sordo en el árbol le contesta sobre el pájaro que ha atrapado.

* El hombre sordo planifica una conversación con las respuestas esperadas y al visitar a los enfermos todo sale de otra manera: —¿Cómo estás?/—Estoy muerto; —¡Gracias a Dios! ¿Qué has comido?/—Veneno, creo; —Espero te caiga bien…

* La persona finge sordera hasta que con la pregunta apropiada se traiciona y se descubre.

El pliego que publico es un claro ejemplo para representar en reuniones o tertulias, como lo atestigua el propio encabezamiento de «pasillo», como forma de composición escénica breve y de un solo acto, junto a las indicaciones sobre la vestimenta de los personajes y la puesta en escena.





La comicidad que se desprende de las respuestas inapropiadas ha sido un recurso muy utilizado en todo tiempo y lugar. Ya Gonzalo Correas, en 1627, recoge en su célebre «Vocabulario de refranes y frases proverbiales» las siguientes muestras:



—¿Cómo estáis, casada?
—Barriendo y regando cada mañana.
—¿Cómo estáis, os digo?
—A la aceña fue mi marido.
—¿Vos traídes?
—Una hanega y dos celemines.
—¿Sois sorda?
—Buena y gorda.
—¡Válate el diablo la mujer!
—Dios vaya con él.

—Hombre, ¿traes armas?
—Un cardo y dos manzanas.
—¿Es de veras?
—Y de sebo las velas.
—Juro a tal que os lleve preso.
—Rábanos y queso.

Dentro de la gran variedad de temas, costumbres y personajes que fueron objeto de las burlas y críticas de los dramaturgos en el Siglo de Oro abundan los personajes que representan estereotipos, como los alcaldes, el barbero, el soldado, el sacristán, el zapatero, el sacamuelas o el sastre. Poco a poco estos estereotipos van siendo relegados en las representaciones por personajes con deficiencias físicas, como los ciegos, los sordos, los mellados o los jorobados. 

Publico también la portada y el epílogo del «Entremés de los sordos» de Lope de Vega, facsímil del manuscrito original conservado en la biblioteca de Archer M. Huntington, fechado en Madrid el 22 de noviembre de 1627 con la firma original de Lope. Con igual título conocemos también el entremés escrito por Luis Vélez de Guevara donde la sordera constituye el engarce común para producir efectos risibles.




Para ilustrar la vigencia de este cuento en la tradición oral reciente, publico una breve versión recogida en Las Caheruelas (Tarifa, Cádiz), por Ana Mª Martínez y Juan Ignacio Pérez, que puede consultarse en el siguiente enlace:




El sordo y los guardias civiles

Era un sordo que estaba haciendo un canasto y vio venir a la pareja de la Guardia Civil. Y dice: “Ahora me van a preguntar que qué es lo que estoy haciendo y yo les voy a decir que canastos. Y me van a decir que si tengo mujer y yo les voy a decir que tres hijas más. Y me van a preguntar que dónde vivo y yo les voy a decir que allí detrás de aquella cañá”.
Llega la pareja de la Guardia Civil y le pregunta:
—¡Dios guarde a usted!
—Canastos.
—¡Y un carajo, hombre!
—Pa mi mujer.
—¿Su mujer de usted es puta?
—Sí, y tres hijas más.
—¿A usted nunca le han dado por culo?
—Sí, allí detrás de aquella cañá.


Antonio Lorenzo


sábado, 1 de junio de 2013

El burro que cagaba dineros


Pocos son los cuentos tradicionales que han pasado a los pliegos de cordel. En entradas sucesivas iremos viendo algunos de ellos, pero en esta nos detendremos en uno de los cuentos folklóricos más extendidos y conocidos en el Siglo de Oro y que ha logrado, después de cerca de quinientos años, hacerse con un respetable hueco en el intrincado mundo de los pliegos de cordel.

El cuento de «El villano astuto», o «Ingenio y credulidad», como también es conocido este cuento, figura catalogado con el Tipo 1539 en el conocido Índice Internacional de Tipos, elaborados por Aarne-Thompson, lo que ya nos ofrece una primera idea de la amplia difusión del mismo en otros países y culturas. Conocemos versiones orales asturianas, extremeñas, catalanas, mallorquinas, andaluzas, castellanas, etc., aparte de las portuguesas e hispanoamericanas.


La rareza de que los pliegos acogieran relatos folklóricos ya fue señalada por uno de los mayores conocedores del cuento folklórico y tradicional en el Siglo de Oro, como fue Maxime Chevalier.
«Estos pliegos no parecen haber sido numerosos y no sería razonable abrigar la esperanza de que en unas investigaciones ulteriores acrecienten su cantidad en grandes proporciones, en lo que se refiere a los pliegos poéticos por lo menos, dado que fueron pocos los cuentos que se versificaron en el Siglo de Oro, sea en forma de romances, sea en forma de sonetos, sea en forma de octavas». 
(Chevalier, M., Folklore y literatura: el cuento oral en el Siglo de Oro, Madrid, Crítica, 1978, p. 41) 
El cuento descansa sobre el efecto cómico que produce la simulación y el engaño. A ello se une la condición del protagonista, que suele ser un labrador o campesino, mientras que los engañados suelen pertenecer a un estamento social más elevado, como mercaderes o estudiantes.

La estructura o el armazón del relato suele desarrollarse, según las versiones, sobre estas o parecidas secuencias:

* Un campesino vende (a su compadre o hermano rico o a unos mercaderes) un burro del que asegura que caga dinero.
* Vende también un conejo o liebre que hace recados.
* Vende una olla que cuece sin fuego o hace sopa con agua sola.
* Mediante el engaño de la falsa muerte de su mujer vende una flauta u otro instrumento que es capaz de resucitar a los muertos.
* El campesino persuade a un pastor de que se meta en el saco donde se halla encerrado y el campesino aprovecha para escaparse.
* El campesino engaña de nuevo a sus rivales y los persuade de que se arrojen al río para obtener ganados u otras riquezas.

Aparezcan o no todas estas secuencias en las versiones orales del cuento, el nexo de unión de todas ellas se centra en el cambio del centro de interés que manifiestan ante el nuevo elemento los virtuales compradores. De este modo, la sucesión de engaños puede prolongarse hasta donde se quiera.

Espigando en las colecciones de cuentos orales que recogen este relato, el protagonista se presenta con diversos nombres: «El tío Listezas» (Extremadura), «El tío Taurino» (Ciudad Real), «El del gorro “colorao”» (Asturias), «El Chache» (Córdoba), «Juanito Malastrampas» (Burgos), etc. En los dos pliegos que publico se llaman Pedro Juan Tintoré y el tío Facundo, respectivamente.

Mediante un rudimentario proceso psicológico de identificación con el personaje que satisface en el auditorio sus deseos compensatorios de mejora social, el campesino, arriero o aldeano se burla de personajes de rango social más elevado.

La utilización de la burla tradicional como materia aprovechable literariamente ya lo encontramos en Cervantes (episodio de la vejiga llena de sangre en El Quijote II, XXI), en Mateo Alemán, Tirso, etc.

El cuento, del que publico estas dos excelentes versiones, representa una feliz muestra de la continuidad del relato desde su primeras versiones impresas en pliegos sueltos, en Burgos y en Sevilla en la primera mitad del siglo XVI, hasta fechas recientes en sus versiones orales sin que haya perdido un ápice de frescura ni de poder evocador.






Segunda parte






Publico el segundo pliego, más resumido que el anterior pero que consta de una sugerente xilografía, editado en Barcelona en la imprenta de José Torrás en 1838.






Para saber más

 











* La trayectoria impresa de nuestro cuento puede seguirse en el ya imprescindible estudio de Infantes, Víctor: Cómo un rústico labrador astucioso con consejo de su mujer engañó a unos mercaderes en "Dos obras de la primera literatura áurea (c. 1515)", Madrid, Turpin Editores, 2012.

En este fundamental estudio el autor señala como antecedentes literarios la deuda de nuestro cuento con un poema medieval en latín conocido bajo el nombre de Unibos (buey), pasando por el poema anónimo Historia de Campriano contadino, hasta la primera impresión en castellano a principio del siglo XVI en Burgos, hasta llegar a los pliegos de cordel del siglo XIX de los que he reproducido dos ejemplos.

* Lorenzo Vélez, Antonio, “Tradición oral y literaria del cuento 'El burro que cagaba dineros'. Notas a una versión cordobesa”, en «Actas del II Congreso de folklore andaluz: danza, música e indumentaria tradicional (Sevilla, 1988)», Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1990.

* Chevalier, Maxime, «Cuentos folklóricos españoles del Siglo de Oro», Barcelona, Crítica, 1983.

* Baranda, Nieves, “Noticias sobre el primer cuento impreso en la literatura española: Cómo un rústico labrador engañó a unos mercaderes (c. 1515)» en «Literatura hispánica, Reyes Católicos y Descubrimiento», Criado del Val, 1989, pp. 210-219.

©Antonio Lorenzo