miércoles, 1 de mayo de 2013

Controversias y debates (El agua y el vino)


Las primeras manifestaciones en castellano de las controversias verbales guardan relación con los géneros análogos de la literatura provenzal y francesa.

El hispanista francés Morel Fatio halló en 1887 en la Biblioteca Nacional de París un manuscrito latino, de comienzos del siglo XIII, que contenía un pequeño poema que se ha dado en llamar «Razón de Amor con los denuestos del Agua y el Vino». En este pequeño poema convergen influencias trovadorescas mezcladas con elementos medievales que han dado lugar a numerosas interpretaciones.

El tema de las disputas entre el agua y el vino remonta a antiguas raíces populares. Resulta, pues, dificultoso el establecer una línea directa de influencias entre los debates latinos y los vernáculos. En el comienzo de los denuestos del Agua y el Vino este se queja de que el agua lo debilita, lugar común que encontramos ya en la Biblia y en gran cantidad de canciones y refranes.

En los denuestos del Agua y el Vino cada uno de los dos elementos o realidades distintas aporta sus razones para demostrar su superioridad sobre el otro. En este caso no hay propiamente vencedor ni vencido, puesto que la intención moralizadora se muestra evidente al erigirse el agua como elemento primordial del sacramento del Bautismo y el vino, convirtiéndose simbólicamente en la sangre de Jesucristo en la consagración.

De estos debates de fuentes medievales, como señalé en la entrada anterior, se han hecho eco los pliegos hasta al menos el siglo XIX.

Expongo un pliego donde un fino y tierno amante, mostrando una elocuencia pasmosa, trata de seducir a su dama exponiéndole las virtudes del agua con la intención de que le sirva «para ablandar tu dureza/mostrándote más humana».






Mucho más curioso y ajustado al tema resulta este otro pliego, del que publico solo la portada, ya que se encuentra muy deteriorado, conservado en la Biblioteca Digital de Castilla y León, cuyo título reza:
«Nuevo y curioso romance en que se refiere el pleito y público desafío que tuvo el agua con el vino, por saber cuál de los dos era de mayor utilidad y provecho».
Afortunadamente, el texto completo de este romance se ha conservado, aparte de por tradición oral, gracias a una copia impresa custodiada en el Museo Británico.

Dicha copia fue recogida en un raro volumen de poemas latinos atribuidos a Walter Mopes, recogidos y editados a su vez por Thomas Wright del Trinity College de Cambridge, y editado en Londres en 1841. De este libro reproduzco el texto completo del litigio.


Valladolid, Impr. F. Santarén, 1891




Aguadores y taberneros, del agua hacen dineros

La fama de los taberneros que «bautizaban» el vino es un lugar común en cuentos y refranes y también se recoge en los pliegos de cordel, del que adjunto portada de uno impreso en Córdoba en la Imprenta de Rafael García Rodríguez, S.A.

Adjunto, igualmente, la burlesca sátira festiva que sobre los taberneros hace Quevedo y algunos refranes alusivos.



                          Dijo el mosquito a la rana:
                          más vale morir en vino, que vivir en el agua.

                          El agua la vida acorta,
                          el vino la alarga y conforta.

                         Quien convida al tabernero,
                         o está borracho o no tiene dinero.

                         De vino aguado o agua envinada, no me des nada.

                         El vino y la verdad, sin aguar.

Para saber más

Dada la importancia del vino en la cultura tradicional recomiendo el libro de Ignacio Sanz «El vino en la cultura popular» (Ed. Castilla Ediciones, Valladolid, 1997), sobre cuyos variados textos se inspiró el grupo segoviano Nuevo Mester de Juglaría para su disco monográfico «La voz del vino» (Polygram Ibérica, 1990).




















Antonio Lorenzo


sábado, 27 de abril de 2013

Controversias y debates (El trigo y el dinero)


Quentin Massys, 'El cambista y su mujer' (1514)
En esta nueva entrada y en las siguientes que seguirán vamos a mostrar una serie de pliegos de cordel que aluden a controversias, contiendas, disputas, desafíos o debates donde se enfrentan dos personajes. Estos interlocutores no corresponden siempre a personas, ya que pueden ser animales, plantas, estaciones del año, conceptos, figuras alegóricas, representantes de estamentos sociales, etc.

Estos debates que se recogen en los pliegos de cordel y que se han prolongado hasta tiempos recientes pueden referirse, por ejemplo, a las disputas entre el agua y el vino, a contiendas entre un cristiano y un judío o un moro, entre un caballero y un clérigo, sobre las virtudes del día y de la noche, sobre la riqueza y la pobreza o al curioso debate entre el cuatro y el tres, entre otros.


Para ilustrar esta primera entrada me voy a detener en el clásico enfrentamiento entre el trigo y el dinero donde se dirime cuál de ellos ostenta la mayor excelencia.


Estos debates o contiendas fueron muy apreciados en la Edad Media, no solo en el ámbito hispánico, sino también en el resto de la Europa occidental. Los debates literarios remontan a una tradición muy antigua y se conocen al menos desde el siglo IX, y cuyos precedentes remontan hasta los diálogos de Platón o de Cicerón o a las églogas de Virgilio, etc.


Mediante estos debates, que podemos considerar como un género en sí mismo, se analizan dos puntos de vista diferentes sobre un tema de interés. Hay que recordar la importancia de la dialéctica en el sistema educativo medieval. Entre las habilidades y saberes que se exigían en las universidades tenía gran importancia el llamado «trivium», que conjugaba la gramática, la retórica y la dialéctica. La habilidad dialéctica consistía en el arte de razonar y en el ejercicio del arte de la disputa sobre un tema. Un buen dialéctico debería ser capaz de defender posturas contrarias sobre un determinado tema. Los educandos debían practicar esa especie de justas dialécticas para adquirir una buena perspectiva general sobre una determinada «quaestio».


Del diálogo en forma de debate conocemos textos en latín y en lenguas vernáculas. Una de las formas de diálogo medieval más apreciada era la de la del maestro con el discípulo, cuya finalidad era didáctica y servía de vehículo para desarrollar un determinado tema.


Para ilustrar este tipo de debates traigo el ejemplo de un pliego muy conocido que trata sobre las excelencias del trigo y el dinero.



Pliego sin pie de imprenta y sin año
 

 

Barcelona, Impr. Ignacio Estivill, s.a. 

 

Madrid, Impr. de Andrés de Sotos, s.a.

En una primera lectura se nos viene a la memoria el famoso «Enxienplo de la propiedat qu’el dinero ha» que compuso el Arcipreste de Hita en el siglo XIV tomando como fuente un poema goliárdico.

Veamos, a modo de ejemplo, algunas similitudes:

Sea un omne nesçio e rudo labrador,
los dineros le fazen hidalgo e sabidor (...).
Él faze cavalleros de neçios aldeanos,
condes e ricosomnes de algunos villanos
 (Libro de Buen amor, estrofas 491 y 500)

Hago al pobre poderoso, discreto al que necio era,
también de un soldado raso hago un general apriesa.
(El trigo y el dinero)

Vi tener al dinero las mejores moradas,
altas e muy costosas, fermosas e pintadas;
castillos, heredades e villas entorreadas
al dinero servían e suyas son conpradas
(Libro de buen amor, estrofa 501)

Yo edifico casas, pueblos, villas, ciudades y aldeas,
alcázares y palacios, castillos y fortalezas,
catedrales y ermitas y otras fábricas diversas.
(El trigo y el dinero)

Como es harto conocido el tema medieval del poder del dinero es retomado por Quevedo en su célebre letrilla «Poderoso caballero es don Dinero», que por sabido omito, así como otras similitudes temáticas.

Adjunto el enlace de la popular adaptación cantada de Paco Ibáñez sobre la letrilla de Quevedo.


En el pliego el trigo manda a callar al dinero, al que llama villano, considerándolo como el causante de todos los vicios y males. La composición muestra en su conjunto su clara intención moralizadora al identificar al trigo con la hostia consagrada frente a lo meramente material del dinero. Es curioso observar cómo la mayor parte del romance desarrolla «in extenso» las excelencias del dinero frente al trigo, quien, a la postre, sale finalmente airoso de la disputa.

Añado otra portada distinta de la Casa Hernando, en Madrid y el comienzo de la relación recogida en Chile, lo que da prueba de su popularidad y difusión.

Portada del pliego editado en
Madrid por la Impr. Hernando, s.a.
Recogido por Vicuña Cifuentes, Julio,
en Romances populares y vulgares,
Santiago de Chile, 1912.























Para finalizar esta primera aproximación copio un poema de temática similar, aunque de traza descuidada y claramente moderno, del que no he logrado identificar ni al autor ni su procedencia.

Estando el trigo en el campo
jugando con las amapolas
pasó por allí el dinero
y le preguntó con sorna:
—¿Qué haces amigo mío?
tan distraído que estás,
yo que no tengo tiempo
ni de poder almorzar.
Siempre voy de mano en mano
o de bolsillo en bolsillo
y no me puedo fumar
ni un simple cigarrillo—.
Entonces el trigo contesta:
­—Pero, ¿tú sabes lo bonito que es
tener el alma tranquila
y no tener nadie a tus pies?
Porque tú ya lo sabes
siempre has dicho
que tú eres don Dinero.
Siempre estás ufano
siempre estás muy contento
regodeándote del poder
pero siempre dando escarmiento.
Y con eso no se vive
porque en el mal de este mundo
siempre estás tú por medio.
En la prostitución, el engaño,
robos, desfalcos,
las familias se pelean
los hermanos no se hablan
y hasta renuncian de Dios
y con el diablo se casan.
Si tú crees que eso es bueno
estás muy equivocado,
porque siempre te acompaña
la ambición y la venganza
y el querer tener poder
para dominar las masas.
Tú no me ves a mí,
que siempre ayudo a la gente
en su comida, en su mesa
y también en la despensa.
Acábate de enterar
porque si tú no lo sabes
también estoy en el altar
y me siento muy contento
de poder ayudar
al rico y a todo el mundo
porque son hijos de Dios
y todos los seres vivos
tenemos que pedir perdón—.


Antonio Lorenzo



sábado, 20 de abril de 2013

La molinera y el corregidor



Si algo se puede decir de esta graciosa composición es que ha sido inspiradora de la célebre novela de Pedro Antonio de Alarcón «El sombrero de tres picos» (1874), novela inspiradora a su vez del famoso ballet de Manuel de Falla, de igual título, estrenado en Londres en 1919, aunque una primera versión de la obra bajo el título de «El corregidor y la molinera», ya se estrenó en el teatro Eslava de Madrid en 1917 en forma de pantomima en dos partes.

Pocos casos hay en que una canción narrativa, no propiamente un romance como se viene repitiendo, puesto que combina versos de 8 y de cinco sílabas, haya tenido tanta repercusión y se haya convertido en un sólido referente de sendas obras que han alcanzado una difusión internacional.

La persistencia de la tradición oral, que se ha mantenido ininterrumpida desde el siglo XIX,  ha permitido el que la historia del molinero Lucas, su desenfadada esposa Frasquita y el estrafalario corregidor haya resultado ser tan sugerente que, hasta el propio Picasso, asumió el encargo de diseñar los decorados y trajes para el estreno del ballet de Falla.


Decorado de Picasso para el estreno del ballet de Falla

Figurines de Picasso



El antecedente sobre el que se inspira Alarcón proviene de su conocimiento de un pliego suelto recogido en el segundo tomo del Romancero de Durán (Tomo II, nº 1356) titulado «El molinero de Arcos» que preludia la historia, así como en los romances orales que llegó a conocer y escuchar.



En el prefacio, Alarcón expresa con claridad la fuente de su novela:
«Un zafio pastor de cabras, que nunca había salido de la escondida Cortijada en que nació, fue el primero a quien nosotros se la oímos referir. Era el tal uno de aquellos rústicos sin ningunas letras, pero naturalmente ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra literatura nacional con el dictado de pícaros. Siempre que en la Cortijada había fiesta, con motivo de boda o bautizo, o de solemne visita de los amos, tocábale a él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasadas y recitar los Romances y Relaciones; y precisamente en una ocasión de estas (hace ya casi toda una vida..., es decir, hace ya más de treinta y cinco años) tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de ''El corregidor y la molinera'', o sea de ''El molinero y la corregidora'', que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de ''El sombrero de tres picos''».
Algunos estudiosos han querido ver en la canción narrativa de «El corregidor y la molinera» ciertas similitudes con un cuento de Boccaccio en su octava Jornada, aunque más bien hay que atribuir el motivo de los adulterios cruzados y las venganzas que ocasionan a motivos folklóricos preexistentes en cuentos y leyendas, lo que viene un poco a corroborar burlonamente aquello de que todo lo parecido se parece. Hay una amplia literatura folklórica de molineras y de molineros adúlteros que sería prolijo enumerar siquiera.

También se ha señalado la influencia en la novelita de Alarcón de un fabliau titulado «Le meunier d’Arleux» donde también se suceden desplazamientos de camas y desarrollos parecidos. Pero en el hecho de que en una narración aparezca un molino, una ciudad cercana e imprecisa, la noche que facilita el intercambio de papeles, los cambios de ropas y el adulterio, consumado o no, son elementos y motivos tan generalistas que resultaría arriesgado el tomarlos como fuentes directas.

Pero vayamos a los pliegos inspiradores de la novela de Alarcón.

Publico, en primer lugar, la portada del pliego que recoge el texto de Durán en su recopilación, antecedente de los siguientes.



A continuación expongo tres versiones del mismo pliego editados en imprentas diferentes: Imprenta 'El abanico' [Barcelona], s.a.; Imprenta de F. Santarén (Valladolid) en 1873 y el editado en Reus por 'La Fleca', s.a.







La obra de Alarcón difiere en su argumento con el pliego que presentamos. La mentalidad de la época concordaba mejor con el final feliz y la salvaguarda de la virtud de la mujer del molinero y la del corregidor.

No debemos dejar de citar también a «La  molinera de Arcos» de Alejandro Casona, estrenada en 1947 en el Teatro Argentino de Buenos Aires, donde residía entonces el dramaturgo. Obra inspirada a su vez en la obra de Alarcón, añadiendo un eslabón más a la cadena de recreaciones y adaptaciones de aquella historia contada en la canción narrativa de principios del siglo XIX y de tan largo recorrido.

Casona retoma el motivo común de la anécdota del molinero que toma venganza en la esposa de su rival vistiendo sus ropas, pero utilizando materiales tan tradicionales como romances, refranes, músicas y bailes a modo de las comedias de Lope.

La desenvoltura y viveza de los diálogos, junto a la caracterización de los personajes y el ritmo ágil de la narración ha contribuido a que esa seminal y humilde canción narrativa haya perdurado en el tiempo y haya sido motivo inspirador de excelentes y conseguidas obras.



Antonio Lorenzo