lunes, 1 de abril de 2013

Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (II)


Continuando con los pliegos que satirizan o hacen burla de las mujeres publico una «Graciosa sátira de las faltas de las señoras mugeres (sic) que quieren casarse», impresa en Reus por Juan Bautista Vidal, en 1845.
























Añado una de las portadas de la ridícula boda entre Juan Pingajo y María Curiana, donde se describen los extravagantes atuendos de los novios, el convite estrafalario ofrecido, la relación burlesca de la dote y el extraordinario parto de Curiana, con descendencia de este tenor:

          «Parió la pobrecita
          mil abutardas,
          de ratas y ratones
          diez carretadas [...]
          dos mil lagartijas,
          un borrico que se fue a Lebrija,
          parió un cigarrón
          con orejas de perro pachón.
          Parió treinta lagartos,
          cien comadrejas,
          veinte micos rabones,
          y una coneja...»
 Añado la primera plana del pliego que recoge los consejos que Paco Gil ofrece a su amigo Pedro sobre los cuarenta y ocho motivos que tienen los hombres para casarse y los treinta y seis para no hacerlo.

Con el socorrido recurso de la correspondencia el autor articula dos partes bien diferenciadas. En la primera parte, se hace una alabanza del matrimonio en tono cómico debido a la inversión de roles: la mujer trabajaría mientras él se quedaría en casa haciendo la comida; la mujer iría a los bailes a divertirse mientras el marido cuidaría de los niños, etc. En la segunda parte Paco contesta a su amigo, quien al estar casado habla por su experiencia, y le conmina a elegir la plaza de soldado porque nada bueno se puede esperar de las mujeres, ya que son perezosas, manirrotas, juerguistas y mentirosas.

Carmona, Impr. José Mª Moreno, 1855.
Madrid, Sucesores de Hernando, s.a.

























©Antonio Lorenzo

domingo, 31 de marzo de 2013

Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (I)

Eugen von Blass

La historia de la mujer es la historia de una marginación. Desde la más remota antigüedad se han venido sucediendo textos sobre los atributos negativos de la condición femenina. La sátira burlesca se vale del humor para ridiculizar defectos sociales o individuales. De este modo se critican determinadas costumbres o particularidades que, en el caso de las mujeres y del matrimonio, se convierten en crítica genérica. La sátira misógina ha sido un tema recurrente en la literatura española, donde se atribuían a las mujeres aspectos negativos como: charlatanas, perezosas, presumidas o gastadoras. La literatura de cordel no ha sido ajena a esta corriente antifeminista que suele ir aparejada a la crítica al matrimonio, pues las desavenencias conyugales solían atribuirse a los defectos de las esposas.

En el fondo, bajo esa crítica de tono divertido y humorístico se esconde la consolidación de un modelo conyugal donde impera la desigualdad de los sexos y la sumisión de la esposa al marido. La burla encubre algo más profundo, como es el preservar el modelo vigente de una sociedad tradicional basada en la desigualdad y en la jerarquía de los sexos en el ámbito familiar.

La sátira misógina se puede considerar un subgénero dentro de la literatura de cordel debido a la abundancia de textos que se han conservado y al éxito de los mismos. Las mujeres gastadoras y pendientes de la moda son temas recurrentes en las críticas que se desarrollan en los pliegos, así como las artimañas para seducir a los hombres y a su escasa predisposición al trabajo.

Como ejemplos de estos pliegos publico en esta entrada un par de ellos completos, impresos en Reus, s.a., de mi colección junto a otras portadas de parecida temática.

Col. particular de Antonio Lorenzo
Col. particular de Antonio Lorenzo














Col. particular de Antonio Lorenzo
Col. particular de Antonio Lorenzo
Col. particular de Antonio Lorenzo
Col. particular de Antonio Lorenzo














Col. particular de Antonio Lorenzo
Col. particular de Antonio Lorenzo














Blog de Almanaque
Barcelona, Hered. Juan Jolis, s.a.
Blog de Almanaque
Madrid, Imprenta Universal, s.a.



























Antonio Lorenzo


domingo, 24 de marzo de 2013

Mujeres vengadoras (4ª parte)


Continuando con la entrada anterior, la tradición oral moderna ha conservado otros dos romances donde sus protagonistas ejercen también de mujeres matadoras.

En ambos casos no se conservan ejemplos antiguos, debido a lo escabroso de su historia o a su primitiva estructura métrica, pero por su grado de variabilidad en el desarrollo de la intriga y a sus diversos desenlaces son acreedores de una larga vida tradicional.

El veneno de Moriana

La antigüedad de este romance, aunque no recogido en pliegos, viene acreditada porque figura el inequívoco verso ‘Qué me distes Moriana   qué me distes en el vino’ en la llamada «Ensalada de Praga», del siglo XVI. Con este nombre se conoce una composición de carácter burlesco existente en uno de los cancioneros góticos españoles conservados en la ciudad de Praga bajo el título «Ensalada de muchos romances viejos y cantarcillos».

En este romance la protagonista envenena a su amante debido a la ambigüedad del convite que viene a anunciar. Contrasta la dignidad que muestra Moriana con la torpeza e ingenuidad del amante que viene a invitar a su examante a su boda. Los motivos que aparecen en las diferentes versiones del mismo son conocidos y equiparables a otras manifestaciones, tanto orales como escritas: envenenadora/filtro mortal amoroso/amante despechada que busca vengarse…

La sabia concentración de la intriga y el efecto dramático del fragmentarismo construyen una historia donde no se plantean los antecedentes de la relación anterior de los amantes y hemos de inferirla del propio diálogo entre ellos con el sorprendente final en la versión que presentamos, donde la envenenadora proclama que tuvieron un hijo juntos. Las distintas versiones del romance resaltan la prudencia y astucia que autoafirman a Moriana como mujer, planificando de forma detallada su venganza, frente a la impulsividad del amante, que a la postre le lleva a la muerte.


Publico la versión que recogí, junto con otros compañeros, en El Ganso, pueblo maragato leonés en pleno Camino de Santiago. Esta versión venía precedida por el romance  de «La apuesta ganada». Prescindo del mismo y ofrezco solo el que nos ocupa.

El veneno de Moriana

Versión de El Ganso (ay. Brazuelo, p.j. de Astorga, comarca de la Maragatería, León). Recitada por Laura Criado Criado (56 años en 1977). Recogida por Javier y Mª Luisa García Sánchez y por Antonio Lorenzo. Posteriormente por Paloma Díaz-Mas, Bárbara Fernández, José Manuel Fraile y Antonio Lorenzo, el 15 de enero de 1983. Música registrada.
[...]
Madrugaba don Alonso, mañanitas de domingo,
a llevar caballo al agua y tomar de su rocío.
— A verte vengo, Mariana, y a brindarte, de camino,
si quieres ir a mis bodas, se celebran el domingo.
— Las tus bodas, don Alonso, yo pensé que eran conmigo.
— Son con una prima tuya, que acaso diera lo mismo.
— Sube, sube, don Alonso, sube, sube a mi cocina,
sentaráste en silla de oro, que las tengo yo de mío,
que me las dejó mi padre porque casases conmigo;
comerás de mi pan blanco y beberás de mi buen vino. —
Marianita, la ligera, tira un brinco a su jardín,
las siete hojas de beleno luego se las trajo allí;
se las majó en almirez y se las echó en el vino.
— Beba, beba, don Alonso, este vasito de vino.
— No lo quiera el Dios del cielo ni la Virgen del Camino
que entre damas y doncellas beba yo primero el vino.
— Beba, beba, don Alonso, que los demás ya bebimos. —
Aún bien no lo había gustado, ya le ha robado el sentido.
— ¿Qué me echaste, Marianita, qué me echaste en este vino?
— Siete lenguas de culebra, ojos de lagarto vivo,
espinas de salamanca, [................................]
la cola de un renacuajo pa que te arrobe el sentido.
— Quítamelo, Marianita, que me he de casar contigo.
— ¡A buen tiempo has acordado, ahora que lo has bebido!
— No más siento la mi madre, que se queda sin un hijo;
también siento a mis hermanas, que se quedan sin arrimo;
también siento a mi esposita, de no la haber conocido.
— ¿Y no me sientes a mí, traidor, que de ti yo tuve un hijo?

Adjunto el enlace para consultar en línea 97 versiones de este tema, donde se puede apreciar su variabilidad de intriga y desenlaces. Hay versiones de Argelia, Marruecos y Brasil, aparte de las peninsulares y las de las islas.




La Gallarda matadora


Aunque no recogido en el Siglo de Oro no resulta desconocido en la tradición oral moderna, sobre todo en la zona norte (Galicia, Asturias, León, Cantabria), aunque existen versiones dispersas en otras provincias y aún en la tradición sefardí de Tetuán.

El motivo más estable de las versiones de este curioso romance es la presencia de las cabezas de los hombres que ha matado colgadas de las vigas, a modo de trofeos de caza y premonitorios de lo que le seguramente le esperara al caballero. Sin embargo, la astucia del caballero para apropiarse del arma que escondía la gallarda para matarlo se revierte contra ella. Se trata, en suma, de la mujer matadora que es vencida con sus propias armas.

Publico una versión, también del pueblo maragato de El Ganso, y de la misma informante, que recogí hace años junto con otros compañeros encuestadores.

La Gallarda matadora (í-a)

Versión de El Ganso (ay. Brazuelo, p.j. de Astorga, comarca de la Maragatería, León). Recitada por Laura Criado Criado (56 años en 1977). Recogida por Javier y Mª Luisa García Sánchez y por Antonio Lorenzo. Posteriormente por Paloma Díaz-Mas, Bárbara Fernández, José Manuel Fraile y Antonio Lorenzo, el 15 de enero de 1983. Música registrada.

Sentada está la Gallarda, sentada está Gallardina,
sentada está la Gallarda y en su ventana florida.
Vio venir un caballero toda aquella vega arriba.
— ¿Dónde vas, el caballero, dónde vas con tanta prisa?
— Voy en busca ‘el rey mi padre y un hermano que tenía.
— Suba, suba, el caballero, que yo razón le daría. —
Al subir a la escalera una mala seña había.
— ¿Qué es esto, la Gallarda, que hay colgado en esta viga?
— Son cabezas de lechones que he cogido en la montina.
— Mientes, mientes, la Gallarda, mientes, mientes, Gallardina,
que esto son cabezas de hombre que han faltado en esta villa;
ese de la barba roja rey mi padre parecía,
y ese de la barba negra un hermano que tenía.
Haced la cena, Gallarda, que yo cenarla quería. —
Gallardina hace la cena, y el caballero muy bien mira.
— Cene, cene, el caballero, cene, cene, por su vida.
— ¿Cómo había de cenar yo, si de sueño me cay(e)ra?
Gallardina hace la cama, que yo acostarme quería. —
Gallardina hace la cama, y el caballero bien mira;
Siete sábanas debajo y otras siete por encima,
y entre sábana y colchón un puñal de oro metía.
Al tiempo de ir a acostarse, se acostó con Gallardina;
y a eso de la medianoche Gallardina rebullía.
— ¿Qué buscas tú, la Gallarda, qué buscas tú, Gallardina?
— Busco mi rosario de oro, que yo rezarlo quería.
— [Ese rosario de oro,] con él yo te mataría.
— ¡Ay de mí, triste Gallarda, ay de mí, triste Gallardina,
que pensé matar a otro y ahora me mantan amína! —
Se lo mete por el pecho a salir a las costillas.
— Abre la puerta, portera, ábrela de portería.
— ¡Cómo te la tengo abrir, si me mata Gallardina!
— No temas a la Gallarda ni tampoco a Gallardina;
la Gallarda está en su sala, y en su sala muy tendida.
— ¡Bien haya tú, el caballero, qué madre te pariría!
Tantas almas ahí entrasen, tantas quitaba la vida.
— Y yo, por ser el más chiquito me he salido con la mía.

Se pueden consultar 41 versiones en línea a través del siguiente enlace:


Antonio Lorenzo