martes, 2 de mayo de 2017

Pliegos de cordel y zarzuela: El perro chico

La actriz Lola Membrives en El perro chico
Otra de las zarzuelas de cuyos números se han nutrido los pliegos de cordel es la titulada El perro chico, libreto original de Carlos Arniches y de Enrique García Álvarez y música de José Serrano y Quinito Valverde. La obra se estrenó el 5 de mayo de 1905 en el Teatro Apolo de Madrid.

Antes de dar paso al pliego creo conveniente hacer algunas observaciones sobre la obra.


Los estudiosos consideran que entre 1905 y 1909 se abrió un periodo de transición entre las formas tradicionales y las renovadoras. Carlos Archiches, referente obligado en la historia del teatro español, cultivó con un estilo personalísimo desde el género chico a la comedia grotesca. Una forma habitual de aquellos años era el escribir en colaboración, como lo hizo en este caso con Enrique García Álvarez, con el que colaboró en un total de 21 obras (Marciano Zurita: Historia del género chico, Madrid, 1920, pág. 106). Estas piezas breves, como El perro chico, subtitulada como viaje cómico lírico, en un acto y dividido en siete cuadros, fueron habituales como expresión de la variedad de géneros de aquellos años. Todas ellas van acompañadas de música y, pese a sus esquemas conservadores, no dejan de criticar la hipocresía, la avaricia o la doble moral, mediante un humor disparatado.


Los cuadros de los que se compone la obra son los siguientes:

                  01.- Introducción y pantomima
                  02.- Terceto del pay-pay
                  03.- Cuplés del gigante portugués
                  04.- Escena de los ingleses y tango gitano
                  05.- El zoco africano
                  06.- Cuplés de Pérez
                  07.- Escena oriental

Argumento

El disparatado argumento es más o menos como sigue: al clown Witiza que trabaja en un circo madrileño, se le ha escapado un perrito amaestrado por él con el que realizaba extraordinarios ejercicios. La obra nos sitúa en la primera escena en la pobre buhardilla de Pérez Calamocha, un cesante que ha perdido su puesto de trabajo, llevando en sus brazos un pequeño perrito. Tras atar al perrillo a la pata de la mesa, se dispone a comer un panecillo envuelto en un periódico y leyendo en el mismo da con una noticia que le hace salir apresuradamente de la estancia, lo que hace suponer al público la relación directa entre la pérdida del perrillo y la gratificación ofrecida en el periódico por encontrarle.

El clown, creyendo que ya no recuperará al perrito, marcha a Granada a cumplir con otros compromisos, siendo su número sustituido por tres cupletistas (las tres hermanas Pay-pay). Pérez Calamocha, al enterarse de que el propietario del can, llamado ¡Pum!, ha marchado a Granada y no podrá cobrar la gratificación por encontrarlo, consigue, a través de un prestamista, un anticipo de la recompensa prometida y se dispone a viajar a Granada en busca del clown propietario del perrito.

Ya en Granada asistimos a una escena donde un grupo de ingleses, de visita por la ciudad, asisten a unos bailes de gitanillos que intentan sacarles dinero.

EL clown Witiza comenta con un camarero que si aparece alguien preguntando por él que le diga que se encamina a Tánger. Al aparecer Pérez Calamocha y el prestamista, que habían encontrado al perro, el camarero ve la oportunidad de quedarse con las cinco mil pesetas de la gratificación, les miente y les indica que Witiza se ha marchado a Londres y aprovecha para sustituir al perrito ¡Pum! por un perro de aguas feo y sucio. Enterados del engaño y recuperado el perrito, Calamocha y el prestamista se dirigen hacia Tánger en busca del clown, pero el barco que los trasportaba, tras sufrir un temporal, logra con dificultades arribar a una playa, donde ambos caen prisioneros de una tribu rifeña. En la escena séptima, última de la obra, aparece Calamocha, que logró escapar del cautiverio junto a una joven nubia que ha conocido, actuando y ganándose la vida como músicos ambulantes de zoco en zoco, interpretando, entre otros números, un "chotis árabe" y unos "couples musulmanes". Tras una serie de inverosímiles pero graciosas peripecias, consiguen al fin encontrar a Witiza y recuperar el perrito.

                                           ✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥✥

Este viaje cómico estaba concebido para introducir escenarios y situaciones dispares, junto a la presencia y desfile de personajes variopintos, para poder justificar así la inserción de números musicales para atraer al público al espectáculo.

Años después de su estreno aún se seguía interpretando como número suelto en los teatros de variedades el Terceto del Pay-pay, aludiendo al tipo de abanico en forma de pala con mango que se usaba en Filipinas o los Couplets del gigante portugués, cantable de un ventrílocuo de enorme tamaño escenificado por dos hombres subidos uno sobre el otro.

Aunque el pliego no lo recoge, la canción del Terceto del Pay-pay alcanzó un notable éxito debido a la picardía y a su lenguaje de doble intención junto a los gestos con los que se interpretaba.

                       Las muchachas que están en Manila
                       llevan siempre en la mano un pay pay,
                       que el pay pay en Manila se estila
                       y en Salamancay.
                       Ay que me cai!
                       Porque allí hace un calor superior.
                       ¡Qué calor, qué calor, qué calor!
                       ¡Ay, qué fresquito, quito, quito, ay,
                       me da el pay pay,
                       me da el pay pay!
                       ¡Ay, qué riquito, quito, quito, ay,
                       es el pay pay, es el pay pay!
                       Los vestidos que allí siempre usamos
                       son de nipis, encaje y bolay,
                       que sin duda para estar fresquita
                       cosa igual no hay.
                       ¡Ay, que me cai!
                       Y los días de mucho calor
                       en el baño se pasa mejor.
                      ¡Ay, qué fresquito, quito, quito, está,
                       qué gusto que da, qué gusto que da!
                       ¡Ay, qué riquito, quito, quito, ay,
                       es el pay pay, es el pay pay!

Con esta zarzuela se inició como tonadillera la argentina Lola Membrives, la que más adelante fuera una gran y reconocida actriz dramática interpretando obras de Calderón, Lope y, junto a María Teresa Montoya y Margarita Xirgú, la famosa obra Bodas de sangre de Federico García Lorca.

Fotos originales de la representación


Cuadro primero
Cuadro primero

El gigante portugués
Escena del Pay-pay

En un zoco africano

El pliego

El pliego está editado en Madrid (s.a.) por la Imprenta Universal, de la calle Cabestreros, 5.





©Antonio Lorenzo

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