miércoles, 23 de septiembre de 2015

Santos protectores y sanadores: san Ramón Nonato, el santo del candado en la boca y patrón de las parturientas

San Ramón Nonato fue un religioso mercedario catalán que nació mediante cesárea, muriendo su madre en el parto, siendo por ello el patrón de las comadronas y parturientas. Se ordenó presbítero en el año 1222 y luego fue superior en varias comunidades de la Orden de la Merced. Como redentor de cautivos, viajó al norte de África pagando rescate por varios prisioneros y, siguiendo el cuarto voto de estos religiosos, se quedó como rehén a cambio de la liberación de un cristiano cautivo cuando su dinero se terminó sufriendo así cautiverio. En su martirio, los infieles le abrieron agujeros a hierro candente en sus labios para colocarle un cerrojo en su boca e impedir así sus dotes de elocuencia en sus predicaciones a los encarcelados y carceleros. Fue rescatado finalmente por su orden y regresó a España.

Fue canonizado por Alejandro VII en el año 1657 y su festividad se celebra el 31 de agosto. Se le considera también el patrón de los recién nacidos y protector de las personas acusadas por falsos testimonios.

Vicente Carducho - Martirio de san Ramón (Museo del Prado, detalle)

Fragmento del capítulo IX de la Crónica de Alonso Remón


















Modos de representar al santo

Copio del libro (original de 1782) de Juan Interian Ayala: El pintor christiano y erudito, ó tratado de los errores que suelen cometerse freqüentemente en el pintar, y esculpir las Imágenes Sagradas:


«Ultimamente, es muy comun, y recibido el representar á S. Ramon Nonnato, ya en sus Imágenes pintadas, ó en las de bulto, teniendo en su mano derecha el Santísimo Sacramento, encerrado en lo que vulgarmente llamamos Custodia...»
«…Es también freqüente (pues no quiero pasarlo en silencio) pintarle teniendo en la mano izquierda una palma con tres coronas de oro, para denotar, que le quadran muy bien dichas coronas, por Confesor, por Martir, y por Virgen. Pero yo volviéndome á aquel terrible martirio, que padeció por espacio de algunos meses, de tener cerrados los labios con un candado de hierro, me parece tengo justos derechos para concluír este breve tratado con el Epigrama, que sobre dicho asunto compuse en otro tiempo, el qual dice así…».

A su vez, en el más actual libro (1850) de Basilio Sebastián Castellanos de Losada: Iconología cristiana y gentílica, se recomienda representar al santo de la siguiente forma:



Aparte de su condición de abogado de las parturientas, también se le asocia como protector ante aquellos que te difaman.


                            San Ramón Nonato,
                            tú que por predicar la palabra de Dios
                            llevaste un candado en tu boca como martirio
                            escucha mi oración e intercede ante Dios Padre
                            para que quienes hablan mal de mí
                            cesen en su intento y yo sea protegido
                            de toda palabra e intención mala.
                            Dios Todopoderoso,
                            que concediste a san Ramón Nonato
                            el ardiente deseo de liberar esclavos,
                            te pido por su intercesión
                            que me apartes siempre
                            de la esclavitud del pecado
                            que me aleja de Ti,
                            y que pueda vivir en paz
                            y distanciado de todos aquellos
                            que me acechan,
                            me desean algún mal
                            y quieren desprestigiarme
                            con sus calumnias.

El refranero popular tampoco ha sido  ajeno en sus alusiones a san Ramón. Doy dos ejemplos:

- Las mujeres cuando paren se acuerdan de san Ramón, pero no se acuerdan de él cuando están en la función. (Su variante gallega dice así: As mulleres cando paren acórdanse de san Ramón, e cando os están facendo, nin santo nin devoción)

- San Ramón, santo varón, que lo para sin dolor

La comedia de santos

Un aspecto interesante de la actividad teatral del llamado Siglo de Oro es la utilización de determinados santos como protagonistas o actores de determinadas comedias para alimentar la devoción, nada desinteresada, por cierto, de determinadas órdenes religiosas o cofradías. Estas representaciones sobre la vida, hechos, milagros o martirios de determinados santos estaban amparadas por la iglesia y por el espíritu de la contrarreforma como vehículo devocional. Al igual que sucede con los efímeros pliegos de cordel nos enfrentamos a una maraña de reescrituras y readaptaciones de escritos previos sobre determinados santos con el interés de extender su devoción. A lo largo de todo el siglo XVII autores reconocidos, como Lope, Calderón, Tirso, Rojas Zorrilla o Guillén de Castro, escribieron sendas comedias hagiográficas movidos por su buena aceptación.

Como simple apunte en relación con el santo que nos ocupa me parece oportuno dar noticia de la existencia de la comedia de santos escrita por  Antonio Mira de Amescua con el título El santo sin nacer y mártir sin morir.


Imágenes y estampas populares

Para concluir este ligero repaso sobre san Ramón, libertador de esclavos y protector de las parturientas, reproduzco diferentes grabados y estampas de muy diversa factura que han acompañado como referente a sus devotos.












































































Antonio Lorenzo

domingo, 20 de septiembre de 2015

Lo que ocasionan las mujeres amigas de bromas y licores

Ramón Bayeu (1746-1793) - Mozas tocando el pandero
De la imprenta madrileña de Marés (en la calle Juanelo) esta relación de corte misógino donde el que se dice autor, Pablo Cruzado, previene a los hombres sobre las mujeres por ser chismosas, embusteras y manirrotas.





©Antonio Lorenzo

sábado, 12 de septiembre de 2015

Santos protectores y sanadores: Simeón, el santo loco, patrón de los titiriteros (y II)


Para completar la entrada anterior dedicada a Simeón, el 'santo loco', me ha parecido oportuno el reproducir una interesante publicación de su vida en comic. Y ello por dos razones: la primera, por la rareza de esta revista dedicada generalmente a santos más conocidos y ortodoxos que el estilita; y la segunda, por la propia dificultad de acceder a estas publicaciones descatalogadas hace años y sólo al alcance de coleccionistas o curiosos.

Esta publicación formó parte de la colección Vidas Ejemplares, con el número 46, editada en México por el Grupo Editorial Novaro en 1958 y distribuida también en España al precio de seis pesetas.

La editorial Novaro siempre se caracterizó por dotar a sus publicaciones de un correcto uso del lenguaje evitando expresiones o giros propios de un país que pudiesen molestar en otros, ya que sus publicaciones se distribuían por toda América Latina y en España. También se preocuparon de no incluir vocablos extranjeros buscando sus equivalentes en español, ya que en muchos casos fueron un primer trampolín y recurso de acercamiento a la lectura, a lo que contribuyó la calidad de sus ilustraciones.

Para reducir el espacio he maquetado a doble cara la historia de nuestro santo procurando realzar en lo posible tanto la nitidez del colorido como de los textos.

No deja de ser curiosa la 'justificación' de su supuesta locura en su afán de dominar su soberbia y aceptar la humillación:
¡Tengo que acabar con esta soberbia! ¡Necesito humillarme, salir de esta soledad para que los hombres se burlen de mí!... Lograr que la gente me desprecie; debo humillar mi soberbia.
Hago un recorrido sobre las acciones llevadas a cabo por Simeón en su búsqueda de la virtud en esta curiosa publicación:

- Llega arrastrando a un perro muerto
- Echa nueces a las velas de la iglesia para apagarlas, así como a las mujeres
- Derriba los puestos de pan
- Distribuye entre los necesitados las mercancías que debía vender
- Traslada con las manos, sin quemarse, el fuego un brasero a la chimenea
- Predica con un collar hecho de ajos y uvas
- Restriega la cara de unas mujeres hermosas con su collar de ajos para afearlas
- Lanza piedras a los actores de una representación teatral
- Finge que come, pero echa la comida a los perros y se finge borracho
- Deja bizcas a las muchachas que le increpan, pudiendo recuperar su belleza si acceden a que Simeón les bese en los ojos
- Para evitar que le tacharan de virtuoso se dispuso a comer grandes cantidades de carne cruda el día del Jueves Santo
- Impide que un terremoto haga caer a las columnas a las que previamente golpeó con un bastón

Diferentes tradiciones consideran que Simeón pasó 37 años de su vida subido a distintas columnas cada vez más altas, pues "el anhelo que tenía de elevarse al cielo hizo que cada vez se alejara más de la tierra". Según Cirilo de Escitópolis, Simeón consideró la posibilidad de pasarse toda su vida apoyado en una única pierna. Tras un invierno en dicha posición, se cuenta que se le quedaron los miembros rígidos y llenos de heridas ulcerosas de las que salieron multitud de gusanos que caían a sus pies, de sus pies a la columna y de la columna al suelo, donde un joven discípulo, llamado Antonio, los recogía y se los devolvía arriba. Simeón los volvía a colocar en sus heridas exclamando: "comed lo que dios os ha dado".

Tanta fama adquirió el estilita que se peregrinaba ante él de forma individual o colectiva para obtener su bendición o su consejo, si bien las mujeres debían mantenerse a cierta distancia y solicitar su mediación a través de intermediarios.

Cuando Simeón murió en el 459, a la edad de 69 años, seiscientos soldados tuvieron que proteger su cadáver ante la avalancha de quienes querían conseguir reliquias. Alrededor de la columna, como reliquia principal, se construyeron numerosos edificios.

Ruinas de la Basílica de san Simeón en Aleppo (Siria)
Simeón, como el más preclaro fundador del movimiento estilita, tuvo sucesores: es el caso de su discípulo Daniel, que permaneció unos 33 años encaramado a su columna en Anaplus. La tradición afirma que debido a su 'extraordinaria desecación', sus heces eran 'como las de las cabras'. Otro seguidor fue san Alipio, que se pasó 67 años en una columna la mayor parte del tiempo de pie y yacente en sus últimos años.

Parece ser que la vida al aire libre nos les sentaba nada mal, ya que tuvieron que esperar bastante tiempo para alcanzar el ansiado Reino de los Cielos. Si por suerte o intercesión divina lograban que no les matara un rayo o fueran víctimas de los bandidos solían morir de muerte natural: Simeón a los 69; Daniel a los 84, Alipio a los 99 y Lucas, un estilita del siglo X, alcanzó los 101.

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   "Cada uno debe estar pronto a confesar su fe, pero nadie debe buscar el martirio"
                (San Cipriano, obispo de Cartago, Epist. 81)

En fin, teniendo en cuenta en su conjunto todas estas acciones que podríamos considerar como propias de desequilibrados cristianos, conviene recordar que la iglesia católica  prohibió la búsqueda consciente y voluntaria del martirio (a diferencia, por cierto, de la búsqueda consciente de la muerte durante el combate por una determinada causa, política o religiosa, según el concepto islámico). Recordemos que santa Teresa, siendo niña, propuso a su hermanito ir a tierra de moros «pidiendo por amor de Dios para que allá nos descabezasen en ansias de martirio».

Las acciones que desarrolló en vida Simeón (que recordemos pasó un total de 37 años subido en distintas columnas de menor a mayor altura), al igual que la de muchos otros mártires o santos, obviamente son legendarias en su conjunto. Su búsqueda consciente del dolor y del sufrimiento suscita muchas preguntas acerca de su sentido cristiano. ¿Es lícito o conveniente buscar el acercamiento al pecado o al mal para tratar de obtener un bien mayor o para robustecer la fe? ¿Es una oportunidad para purificarse? Parece claro que la búsqueda consciente e injustificada de un sufrimiento físico no es buena en sí misma. Comprender el sentido cristiano del dolor y del sufrimiento es un desafío intelectual que rebasa las pretensiones meramente divulgativas de este blog.


















Antonio Lorenzo

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Santos protectores y sanadores: Simeón, el santo loco, patrón de los titiriteros (I)

"Si alguno de vosotros cree ser sabio en este mundo, que se haga necio (loco) y así se convertirá en sabio" (San Pablo, I Cor 3:18) 
Si hay un santo que ha suscitado la atención de los investigadores, no es otro que san Simeón. Simeón de Émesa, apodado 'el loco', aparte de sus estrafalarias formas de predicar el cristianismo, hay quienes consideran que sus acciones se encuentran vinculadas en cierta forma con elementos demoníacos.

La vida de Simeón es un claro ejemplo de la forma de religiosidad popular del imperio bizantino durante la Edad Media cristiana, donde se combinaban influencias helenísticas y romanas en el imaginario social oriental. 

La principal fuente que poseemos sobre su vida es la escrita por el obispo Leoncio de Neápolis (hoy Limassol, en Chipre) hacia el año 620. En su frondosa biografía nos narra cómo después de estar treinta años en el desierto desarrollando una vida de eremita, volvió a su ciudad para predicar el evangelio. Pero lo hizo de una forma ciertamente poco frecuente, pues se hizo pasar por loco manifestando actitudes antisociales y extravagantes al tiempo que realizaba milagros ocultamente. 

En la etapa eremítica de Simeón (en tiempos del emperador Justiniano entre el 525 y el 565, conoció en su peregrinación a Tierra Santa a un compañero de viaje que sería luego conocido como Juan 'el eremita'. 

A lo largo de las acciones protagonizadas por este, llamémosle 'peculiar' santo, en su etapa urbana-pública son sin duda las más interesantes en cuanto a su capacidad de despertar nuestro asombro junto a su condición simulada de perturbado. Cito algunas de ellas en plan telegráfico:

* Entra en Émesa con un perro muerto atado a su pierna
* Perturba la liturgia de las iglesias
* Consume o reparte los alimentos que debía vender
* Quema incienso en su mano y el manto
* Rompe una jarra envenenada por una serpiente
* Finge una violación
* Se desnuda y defeca en público sin ningún pudor
* El Jueves Santo no duda en comer pasteles y carne
* Convierte a los herejes mediante maldades del demonio
* Logra la castidad de las prostitutas
* Estorba el paso de la gente donde hay un demonio
* Cura a un ciego con mostaza, vinagre y ajo
* Impide a una adivina que haga encantamientos
* Acepta con humildad golpes y pedradas como formas de penitencia
* Deja bizcas a las muchachas que se ríen de él
* Finge crear amuletos protectores contra el mal de ojo grabando conjuros en placas de metal
* Inutiliza la mano de un prestidigitador para que no pueda golpear a sus esclavos
* Cambia el volumen de su voz y baila como los bufones y actores de teatro

Parece ser que una cierta dosis de locura es propia de la santidad, no en vano hay un dicho popular que dice: 'de santos y de locos, todos tenemos un poco'. Si bien en los textos esa locura aparece siempre como simulada para dotar de mayor trascendencia al verdadero mensaje que quieren transmitir, valorando lo esencial y rechazando los usos comunes. Sirven a dios bajo el disfraz de la locura, que en muchas ocasiones no se descubre hasta la muerte del santo. Se comportan y actúan al margen de las normas sociales y aún de la propia iglesia. El anacoretismo se convirtió en una forma de rebelión y de protesta social y religiosa que no aspiraba a transformar la sociedad, sino que hunde sus raíces en el individualismo y en la protesta particular dando pie a comportamientos excéntricos y anómalos.


Juan Mosco (ca.550-ca.634), en su obra El prado espiritual, detalla los diferentes modos de ascetismo, de los que entresaco algunos ejemplos:


















* Los estacionarios, o monjes que se condenaban a la inmovilización absoluta.
* Los dendritas, o monjes que vivían en los árboles en una cabaña que construían entre sus ramas.
* Los acemetas, o aquellos que no duermen y están siempre vigilantes.
* Los recluidos voluntarios que se encerraban en estrechas celdas para hablar con dios.
* Los monjes que vivían a la intemperie expuestos en todo tiempo al sol y a los hielos.


Un último grupo y referido al caso que nos ocupa serían los llamados estilitas, pues se encaramaban a una columna que iban alzando cada vez más en altura y desde allí sermoneaban a las masas.

Quienes piensan que está poseído por el demonio en alguna de sus acciones, en realidad está luchando frente a él, pues amparándose en su total control de apetencias corporales pueden acercarse al pecado para demostrarse que no se sucumbe a ninguna tentación por la ausencia de 'pasiones' humanas. Cuando Simeón entra desnudo en el baño de mujeres y estas le acarician, pretende dar fe de que es capaz de mantenerse cercano al pecado sin sucumbir al mismo. 


















También es interesante señalar su participación en dos exorcismos, donde Simeón libera a un muchacho de un demonio que lo había poseído obligándole a mantener relaciones con una mujer casada. En otra ocasión expulsa a otro demonio de la calle trasera de una tienda o gana a los dados el alma de un hombre rico al demonio que pretende hacerse con ella. Todo ello hace que ciertos comportamientos de Simeón guarden similitudes con prácticas consideradas como propias del demonio.

















El 'santo loco' en el cine

Un santo tan desconcertante y original no pasó desapercibido a la siempre atenta curiosidad del cineasta aragonés Luis Buñuel, quien, en 1965, filmó un mediometraje rodado en México y basado en su propio guión, al que tituló Simón del desierto, donde cuenta la historia de Simeón el estilita que se mantuvo durante más de seis años en una columna de ocho metros siendo tentado por una bella señorita (encarnada por la actriz Silvia Pinal), drama surrealista del que extraigo los carteles anunciadores y algunos fotogramas.
































La tradición popular

La tradición popular no ha sido pródiga en cuanto a la edición de estampas o 'gozos' con oraciones al santo. No en vano las peripecias de las fue protagonista Simeón no resultaban fáciles de explicar como las más convenientes o propias de un elegido; de ahí que los santorales al uso apenas se detengan a comentar sus acciones (si es que decididamente no las pasan por alto), focalizando su interés en su vida eremita de contemplación y oración.

En el clásico y difundido santoral del jesuita francés Jean Croisset (1656-1738), conocido como El año cristiano, se advierte de forma sutil al comienzo de su biografía que no es precisamente un modelo a imitar:

"La vida de san Simeón Estilita está llena de hechos tan extraordinarios y maravillosos, que debe mirarse como una especie de prodigio para la imaginación, antes que como ejemplar o modelo para la imitación".
A su vez, en la edición de El santo de cada día que agrupa dos meses en cada tomo de la editorial Luis Vives (1946), abre la vida de san Simeón con esta aséptica ilustración con un pastorcillo pensativo junto a lo simbólico de la luz en lo alto. Más adelante se agrega una ilustración donde un incrédulo árabe quiere comprobar la veracidad de las condiciones vitales de Simeón subiendo por una escalera, mientras que el santo lo hacía, al parecer, por una soga.



Reproduzco la única estampa antigua que he encontrado dedicado al estilita.


La vinculación de Simeón con los titiriteros no resulta del todo clara o convincente, si bien en algunas de sus actuaciones interviene de forma decidida en desenmascarar los trucos de los mismos. Tal vez por esas prácticas u otras parecidas se le ha asociado con el mundo de la farándula.


Antonio Lorenzo