miércoles, 6 de noviembre de 2013

Americana al tono del 'Loro de Veracruz'

La bahía de Cádiz según un grabado del siglo XVIII
El pliego que publico en esta entrada con el subtítulo de 'Americana al tono del Loro de Veracruz' me suscitaba dudas al desconocer si se refería a un soporte melódico de un baile o coreografía o simplemente a una canción más o menos popular proveniente de la bella ciudad mexicana. Nada extraño si tenemos en cuenta la gran influencia de las formas musicales atlánticas en la música española del siglo XIX, sobre todo la proveniente de la isla de Cuba.

Indagando sobre a qué podía referirse ese enigmático loro de Veracruz, lo cierto es que poco a poco fui encontrando datos y pistas sobre dicho 'tono', llegando a la conclusión de que se trataba de una conocida habanera, en ocasiones con diferentes nombres, pero que remitían todos ellos a un mismo modelo.

La fortuna hizo que encontrase una cita de esta habanera en una narración del escritor chileno Nicomedes Guzmán (1914-1964) en su obra 'La sangre y la esperanza' (1943), ambientada en el conflicto de la huelga de los tranviarios chilenos en la década de 1930, de la que publico la portada y la cita.




La habanera o danza habanera, de clara influencia africana, descansa sobre un patrón rítmico, llamado anfíbraco por los musicólogos, que constituye un complejo genérico o conjunto de estilos cuyo elemento común es ese patrón rítmico, patrón del que participan con distintas variantes estilos como los tangos flamencos, los tientos (versión lenta de los tangos), el garrotín, la farruca, las rumbas, etc., deudores todos ellos de ese patrón rítmico. Este patrón de tango o de habanera parece tener relación con las contradanzas europeas, pero el elemento africano parece consolidarse cada vez más como el principal antecedente constitutivo de la estructura rítmica según los últimos estudios. La enorme cantidad de zarzuelas y espectáculos de variedades que se representaron tanto en Cuba como en España en la segunda mitad del siglo XIX solían incluir entre sus números ejemplos de tango americano o habanera.

El continuo y prolongado trasiego de marinería, comerciantes y compañías de zarzuela y de espectáculos que iban y venían de las colonias ultramarinas a la península, sobre todo durante el siglo XIX, propició un decidido intercambio de músicas, patrones rítmicos, giros melódicos o técnicas instrumentales entre las dos orillas.

De gran actividad comercial en esos años tuvo gran importancia 'La Trasatlántica', fundada en Cuba, en 1850, como la Compañía de Vapores Correos A. López por el empresario español Antonio López y López. A lo largo de los años fueron ampliando sus rutas hacia otros destinos como a Puerto Rico y a Santo Domingo, y fruto de la expansión de la compañía y de la flota se fue ampliando a destinos como a Veracruz, Nueva York, Buenos Aires, Montevideo o Filipinas.


Cartel anunciador de la compañía
Anuncio de los Vapores-Correos

Billete de 1ª clase en el vapor Victoria Eugenia de Cádiz a Buenos Aires (1912)

Dibujo del vapor-correo Reina María Cristina (1893)
Copio el texto de un pliego de cordel que recogió en uno de sus trabajos el eminente etnólogo y folklorista catalán Joan Amades (1890-1959), sin citar del mismo ni procedencia ni fecha, pero que no es otro que la consabida habanera.

Un loro de Veracruz
un día se declaró
a una linda cotorrita;
la pobre se desmayó.
—Cotorrita del alma,
le decía el lorito,
quiéreme un poquito
que estoy loco de amor;
delgadito me pongo
si tu amor no me das,
si me das ¡ay! ¡qué gusto, ay, ay, ay!
ya verás ya verás.
*****
Un día dentro mi jaula
el tuno se me coló,
maldito sea su pico,
¡qué picotazo me dio!
Con su pico atrevido
llegar quiso hasta mí,
yo no sé lo que hacía,
yo no sé lo que sentí;
tan turbada me puse,
que no pude estorbar
del lorito la fuga, ¡ay, ay, ay!
que no tuvo piedad.

******
Al tuno del animal
caricias le hacía yo,
y mientras le acariciaba,
segunda vez me picó.
¡Oh qué dulce es tu pico,
mi lorito querido!
mucho, mucho he sufrido
para poder gozar
de tu amor la dulzura
que dos veces probé,
y mil veces diré ¡ay, ay, ay!
quiero amar y gozar.

Tenía las plumas verdes
y el pico de otro color,
y los ojos más brillantes
que un rayo del mismo sol.
Si me quieres, cotorra,
a tu jaula vendré
y verás las caricias
de mi amor y mi fe.
¡Ay! qué vida más triste
si no logro tu amor,
me pondré muy enfermo ¡ay, ay, ay!
y remedio no habrá.

*****
A España nos mandarán
que es el país del amor,
y viviremos felices
sin penas y sin dolor.
«Cotorrita, la pata»
nuestros amos dirán,
y tú siempre dichosa,
la patita darás.
Nunca yo celos tengo
y sin pena podrás
a los nuevos señores, ¡ay, ay, ay!
tu cariño mostrar.

*****
Si hallamos la jaula abierta
nos fugaremos los dos
y a Veracruz volveremos
sin dar a España el adiós.
Es que siempre la patria
nos prestará su amor,
que el hijo nunca olvida
la tierra en que nació.
Allí podré picarte
y tú no llorarás,
que para ti placeres, ¡ay, ay, ay!
mis picaduras son ya.


mparese este texto con el ofrecido en el pliego que edito, donde se sustituye al pícaro loro veracruzano y a la cotorrita por un más inocente pichón y palomita, aunque sin perder la doble intención que anima a la habanera que considero originaria.

El pliego editado carece de fecha, pero consultando el tantas veces citado catálogo de Azaustre, encuentro una referencia con el título de El lorito de Veracruz fechado en 1850.





Pero no es esta la única referencia al lorito veracruzano, pues la canción fue recogida oralmente en la provincia argentina de Jujuy, según consta en el Cancionero popular de Jujuy (1935), recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo (1895-1957).

   Un loro de Veracruz
   un día se enamoró,
   de una linda cotorrita;
   la pobre se desmayó.
   —¡Cotorrita del alma!
   dijo el lorito
   ¡quereme como a tuyo
   que soy solito!

Tampoco es ajena la canción al folklore de Guatemala, donde la consideran como propia y sustituyen el topónimo Veracruz por el departamento guatemalteco del Alta Verapaz.

Publico una adaptación infantil de la misma con fines educativos sacada del libro de Sastrías, Martha: El uso del folklore para motivar a los niños a leer y escribir.


El lorito voló con su canción a cuestas hasta el Perú, donde podemos escucharla entre otras versiones fáciles de localizar en la cálida voz de la peruana Tania Libertad con el título de La cotorrita, aunque atribuida indebidamente al gran investigador Nicomedes Santa Cruz, que sería sin duda su recopilador.


Antonio Lorenzo

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