domingo, 30 de junio de 2013

Garibaldi y la unificación italiana


Giuseppe Garibaldi (Niza, antiguo Reino de Cerdeña, 1807 - Caprera, 1882), es considerado uno de los principales forjadores de la unificación italiana. Su agitada vida le llevó a viajar a Sudamérica y a participar en las luchas de los pueblos por su independencia. En 1836 intervino voluntariamente como capitán de barco en la fracasada insurrección secesionista de la república brasileña de Río Grande do Sul y en 1842 fue nombrado capitán de la flota uruguaya en su lucha contra el dictador argentino Juan Manuel de Rosas. Al año siguiente, durante la defensa de Montevideo, organizó una legión militar italiana, cuyos miembros fueron los primeros «camisas rojas». Su extraordinaria actividad en defensa de los derechos de los pueblos ha contribuido a que sea conocido como «héroe de dos mundos».

Garibaldi regresó a Europa en 1848 para luchar en Lombardía contra el ejército austriaco y dar un primer paso hacia la unificación de Italia, que fue su objetivo durante las tres siguientes décadas. Su intento de hacer retroceder a los austriacos no prosperó y debió refugiarse primero en Suiza y posteriormente en Niza.

El proceso de la unificación de Italia arranca a principios del siglo XIX cuando la península itálica estaba compuesta por diferentes estados: Lombardía, bajo el dominio austriaco; Los Estados pontificios; el reino de las Dos Sicilias; el reino del Piamonte, entre otros.

Los diversos intentos de unificación entre 1830 y 1848 fueron reprimidos por los austriacos y tras una serie de fases en las que intervino de forma fundamental Garibaldi con sus «camisas rojas». El complicado proceso de la unificación de Italia como estado-nación, a partir de la anexión de Roma en 1870, no se configuraría plenamente hasta poco después de la Segunda guerra mundial con diversas adquisiciones, anexiones y ampliaciones.


Pero lo que nos interesa en este caso es resaltar la figura de Garibaldi en un pliego de cordel impreso por José Tauló en Barcelona en 1859, en plena efervescencia del proceso de unificación italiano, lo que da idea del interés que suscitaba la ya legendaria figura del general y cómo estos pliegos noticieros ejercían la labor de un incipiente periodismo.





Por la fecha de edición del pliego, el proceso de unificación italiana se hace eco del primer éxito del reino de Piamonte, en 1859, cuando con el soporte de tropas francesas se recupera la mayor parte de Lombardía del dominio austriaco. Con el apoyo de Napoleón III a la causa italiana frente a Austria, y tras las batallas de Magenta y Solferino, los piamonteses ocupan Lombardía.

El pliego no recoge, debido lógicamente a su fecha de edición, la más famosa expedición de Garibaldi llevada a cabo contra Sicilia y Nápoles en 1860 junto a sus revolucionarios «camisas rojas» que obtendría como resultado el hundimiento de los Borbones en el sur y la incorporación de esos territorios a la causa de la unidad.

Cuadro de Odoardo Borrani (1832-1905), cosiendo camisas rojas para los voluntarios

Los últimos años de su vida los consumió redactando sus memorias y relatando sus vivencias a quienes acudían a visitarle. En 1882, anciano y cansado, falleció en un caluroso mes de julio.

Como curiosidad, adjunto el reclamo de una célebre marca de galletas que tomó el nombre del renombrado general italiano.



Antonio Lorenzo



domingo, 23 de junio de 2013

Juan de Austria y la batalla de Lepanto

Retrato de Don Juan de Austria por Franz Hogenberg
Si por algo es conocida la figura de don Juan de Austria es por ser hermanastro de Felipe II y por sus éxitos militares con la especial relevancia de su victoria en la célebre batalla de Lepanto contra los turcos en 1571.

Tanto en la época de la victoria como durante los siglos posteriores los pliegos de cordel han contribuido de forma continua a la afirmación nacional. A pesar del poco interés de los historiadores y sociólogos por la influencia de esta literatura popular en el proceso de construcción de una identidad nacional, creo indudable el papel de esta literatura efímera en dicho proceso.

Aunque de trasfondo claramente popular en cuanto a la producción, apropiación y consumo de estos papeles, considero que subyace una vaga idea por parte del poder establecido en su afán laudatorio de la monarquía y en la consolidación de los valores religiosos tradicionales. Bien es cierto que este dirigismo propagandístico por parte de las clases dirigentes, consciente o no de su control ideológico, fue perdiendo fuerza a medida en que las publicaciones periodísticas regulares fueron adquiriendo preponderancia y desarrollo.

En este contexto de exaltación nacional que se prolongó, como vemos, hasta bien avanzado el siglo XIX, creo que hay que inscribir los pliegos que aluden a la famosísima batalla de Lepanto como ejemplo de la consolidación de una historia nacional.

Dado el carácter meramente divulgativo de este blog, me limitaré a reproducir algunos de los pliegos de cordel que hacen referencia a la batalla de Lepanto, batalla a la que también aludí en la entrada que dediqué a la devoción a la Virgen del Rosario.

La práctica totalidad de los romances que se conocen sobre esta batalla se encuentran recogidos en el «Romancero del Almirante de la mar don Juan de Austria (1571-1800)», del ilustre bibliógrafo Antonio Pérez Gómez (Valencia, La fonte que mana y corre, 1956).

Publico en su integridad el pliego editado en Barcelona por la Imprenta de los Herederos de la Viuda Pla, sin año.










Añado, junto al plano del itinerario de la flota hacia Lepanto,  sendas portadas sobre el mismo asunto de diferentes fechas e imprentas.



Pliego impreso en Sevilla, 1675.
Valencia, Impr. A. Laborda, s.a.






Pliego sin lugar de impresión ni fecha.

Sevilla, Imp. Vda. de Vázquez, 1816.
Barcelona, Impr. J. Margarit, 1623




Publico la portada del rarísimo pliego gótico de 1571 que fue propiedad del ilustre bibliófilo don Juan Pérez de Guzmán, duque de T’Serclaes de Tilly. El título de T'Serclaes de Tilly fue creado en Flandes por el rey Carlos II en el año 1693, al que Felipe V añadió el título de Grandeza de España. El segundo duque, junto con su hermano gemelo el marqués de Jerez de los Caballeros, reunió una importante y selecta biblioteca de libros antiguos. La biblioteca se disgregó en lotes entre sus herederos y uno de los lotes más preciados fue comprado por Mr. Archer Huntington y actualmente se custodia en la sede de la Hispanic Society de Nueva York.

Rarísimo pliego gótico, fechado en 1571, que perteneció al Duque de T’Serclaes de Tilly 



Añado el cuadro de Eduardo Rosales (1869) que recoge el momento de la presentación de don Juan de Austria a su padre Carlos V en Yuste cuando el pequeño Jeromín aún no conocía que era hijo del emperador. El cuadro se custodia en el Museo del Prado de Madrid.

Presentación de don Juan de Austria a su padre Carlos V en Yuste


Antonio Lorenzo



domingo, 16 de junio de 2013

Inés de Castro, reina después de muerta

Karl Briullov (1799-1852) La muerte de Inés de Castro
La vida, pero sobre todo la leyenda, de Inés de Castro ha sido motivo de inspiración de numerosos escritores a lo largo del tiempo. La llamada «garza de Portugal» fue reina consorte a título póstumo, lo que acrecienta el interés por su apasionante vida y posteriormente por su asesinato y proclamación como reina después de muerta.

Inés de Castro (1320-1355), nacida en la comarca de Limia, en la actual provincia de Ourense, y asesinada en Coimbra, era hija natural de Pedro Fernández de Castro y de Aldonza Soares. Huérfana muy pronto de madre fue trasladada al castillo de Peñafiel en Valladolid como dama de compañía de Constanza Manuel, hija del infante don Juan Manuel, el célebre autor de «El conde Lucanor», y prometida del príncipe heredero portugués don Pedro, hijo del rey Alfonso IV de Portugal. Casados don Pedro y Constanza por poderes, la nueva princesa se trasladó posteriormente a Lisboa junto a sus damas de compañía, entre las que se encontraba Inés, al parecer de una belleza extraordinaria: cabellos dorados, cuerpo esbelto, ojos claros y cuello de cisne, o como expresan los portugueses «colho da garza».

El príncipe don Pedro e Inés se enamoraron perdidamente y el rey Alfonso IV decidió desterrar a Inés, confiando en alejarla de su hijo, al castillo de Alburquerque, localidad extremeña a la vista de la frontera portuguesa.

En 1345 falleció la princesa Constanza al alumbrar al que posteriormente sería rey de Portugal, Fernando. El príncipe don Pedro, ya viudo, se trasladó con Inés y los hijos de ambos al norte de Portugal.

Cuenta la leyenda que don Pedro e Inés se casaron secretamente para legitimar a los hijos de ambos de cara a posibles sucesiones al trono portugués o al castellano con los que contaban con antiguas relaciones dinásticas. Según algunas crónicas el rey Alfonso IV decide en consejo eliminar físicamente a Inés para preservar el trono y designa a tres cortesanos para ejecutar la sentencia: Alonso Gonçálvez, Pedro Coelho y Diego López Pacheco.

Los tres ejecutores llegaron al convento de Santa Clara, en Coimbra, donde se encontraba Inés, y la apuñalaron en presencia de sus hijos. El mito había nacido.

Don Pedro culpa a su padre, el rey, de su asesinato y encabeza una revuelta junto a los Castro que duraría algunos años. Acordada la paz y fallecido su padre, don Pedro asume el trono portugués como Pedro I en 1357.

En 1360 el nuevo rey declaró ante la corte que un año antes del asesinato de Inés habían contraído matrimonio secreto. Ordenó construir un bello sepulcro tallado en el monasterio de Alcobaça y, una vez finalizado, ordenó el traslado de los restos de Inés desde Coimbra a su nueva ubicación. Una vez allí ordeno sacar el cadáver, engalanarlo con vestimentas reales y sentarla en el trono como reina de Portugal. Los nobles, prelados y cortesanos fueron obligados a besar su mano como signo de vasallaje y fidelidad.

Pedro I dispuso, asimismo, construir otro sarcófago para él enfrente del de su infortunada esposa con la disposición de enfrentamiento de sus pies para que en el día del juicio final la primera imagen que viesen los amantes fuese la imagen del otro.

Pedro I falleció en 1367 manteniendo su promesa de amor a Inés.



Publico el pliego donde se narran estos hechos en una edición barcelonesa de la imprenta de Juan Jolís, sin año.





Añado otras xilografías de pliegos que ilustran la misma historia.

Xilografía del pliego valenciano de Casa de Cosme Granja, sin año.

Xilografía del pliego editado en Carmona en la Imp. de D. J. M. Moreno, 1851

Xilografía del pliego editado en Córdoba en la Impr. de Don Juan de Medina, sin año.

Inés de Castro y el Romancero

Por tradición oral y literaria se han conservado ecos de la historia de Inés de Castro en el Romancero. Dentro de los llamados romances históricos, aunque con circunstancias y nombres supuestos, se conocen varias lecciones de romances agrupados bajo el título de «Isabel de Liar» que, aunque presenta un desarrollo algo distinto, se pueden rastrear con bastante seguridad los ecos de los malogrados amores de Inés y don Pedro.

Ya Menéndez Pidal hizo notar que es frecuente la interpolación de fragmentos de unos romances a otros y que, al perder su conexión con el referente que los sustentaba tienden a desaparecer, a transformarse o a incorporarse a otros romances.

La tradición oral moderna ha conservado muy pocos romances de esta historia. Conocemos versiones gallegas, catalanas y sefardíes de Marruecos, pero siempre en reducidísimo número. Es de destacar una espléndida versión canaria recogida por Maximiano Trapero, que se puede escuchar en el siguiente enlace:


Adjunto enlace para consultar el texto de otras versiones.



Huellas de esta historia también se hallan interpolados en el romance de «Juan Lorenzo» o en el más conocido de «El palmero y la aparición de la enamorada».

Obras dramáticas

Dada la gran cantidad de obras dramáticas, antiguas y modernas, inspiradas en la historia de Inés de Castro y atendiendo a las características meramente divulgativas de este blog, publico como muestra algunas portadas representativas.




Inés de Castro, un ejemplo de «melólogo»

Con la acuñación tardía del término «melólogo» se hace referencia a un subgénero teatral, cuyo origen se atribuye a Jean-Jacques Rousseau en su escena lírica «Pigmalión», obra donde se desarrolla un monólogo en el que los pasajes más emotivos o culminantes van subrayados por un acompañamiento musical. Esta fórmula dramática fue enseguida imitada en España e Hispanoamérica en el último tercio del siglo XVIII, dando lugar a melólogos basados en historias legendarias.

Uno de los melólogos más conocidos fue, precisamente, el dedicado a Inés de Castro con texto de Luciano Francisco Comella y música de Blas de Laserna, estrenada en el teatro del Príncipe de Madrid el 15 de julio de 1793, del que publico la portada.


La historia de Inés de Castro en coplas


Cito, como curiosidad, el pasodoble-canción con el título de Inés de Castro cantado por Carmen Morell en la década de los 50 del pasado siglo, del que adjunto el texto impreso por una conocida imprenta de pliegos, y que puede escucharse a través del siguiente enlace:






Antonio Lorenzo



lunes, 10 de junio de 2013

El violín encantado


Otro de los escasos cuentos folklóricos que han pasado a formar parte de los pliegos de cordel es el titulado «El violín mágico». Se trata, en realidad, de un cuento muy documentado en la tradición cuentística de muchas culturas. En el tantas veces mencionado «Índice de tipos» de Aarne-Thompson está catalogado bajo el [Tipo 592]. Un brevísimo resumen de las secuencias que se pueden encontrar de este cuento, titulado en su catálogo como «El baile entre espinos»,  son las siguientes:

I. El objeto y los poderes mágicos. (a) Un muchacho, expulsado de la casa por una madrastra malvada o (b) despedido del trabajo con una cantidad ridícula por los años de servicio, (c) le da su dinero a un pobre o a un enano a cambio de concederle tres deseos: un violín que al tocarlo hace bailar a todo el mundo; una ballesta o fusil que adonde apunte nunca falle y el poder de conseguir el cumplimiento de sus deseos.

II. En una apuesta con un judío o monje les hace bailar entre espinos hasta que quedan exhaustos y perdiendo el dinero de la apostado.

III. Acusado por robo y condenado a la horca le conceden el permiso para tocar su violín y consigue que todos los presentes comiencen a bailar desaforadamente hasta que obtiene su liberación.

Conocemos versiones castellanas, asturianas, catalanas, extremeñas, vascas, gallegas y andaluzas, aparte de las portuguesas e hispanoamericanas.

Publico el editado en Córdoba en la imprenta de Rafael García Rodríguez, sin año.





Publico la portada de la edición de Carmona, imprenta de D. José M. Moreno, calle Juan de la Cabra, núm 4, año 1858.


Como antecedente literario en pliego lo recoge Durán en su «Romancero general» (1849-1851), II, con el número 1265.

Durán anota al final del romance:
«La misma virtud, que se supone en este romance al violín encantado, tenía el cuerno de caza que regaló Oberon, rey de las hadas, al famoso y devoto Hugo de Burdeos, según se ve en la preciosísima novela caballeresca, escrita en el siglo XIV sobre este héroe que lleno de devoción y de buena fe, pero frágil y enamorado, dio fin a una multitud de tiernas empresas amorosas y a tantas aventuras guerreras. El libro que de ellas trata es uno de los más apacibles y divertidos».
Como curiosidad, publico la portada de este mismo cuento que se regalaba como obsequio de la firma Nestlé a los pequeños consumidores de la harina lacteada.


La primera harina lacteada Nestlé (leche, azúcar y harina de trigo) llegó a España hacia 1873 y a principios del siglo XX se decidió construir la primera factoría española de Nestlé en La Penilla de Cayón, Santander. En marzo de 1905 salía de la fábrica el primer bote de harina lacteada. Aquí fue donde Nestlé inició su actividad como empresa instalada en España, y el primer producto que lanzó al mercado fue precisamente la llamada “harina lacteada Nestlé”, un alimento ideal para la alimentación de los más pequeños de la casa. 



Publico también el comienzo de este mismo cuento editado por la afamada editorial Calleja, que mantuvo su actividad desde 1876 a 1958, siendo el referente obligado de la edición de cuentos infantiles en su dilatada actividad.




Antonio Lorenzo