sábado, 27 de abril de 2013

Controversias y debates (El trigo y el dinero)


Quentin Massys, 'El cambista y su mujer' (1514)
En esta nueva entrada y en las siguientes que seguirán vamos a mostrar una serie de pliegos de cordel que aluden a controversias, contiendas, disputas, desafíos o debates donde se enfrentan dos personajes. Estos interlocutores no corresponden siempre a personas, ya que pueden ser animales, plantas, estaciones del año, conceptos, figuras alegóricas, representantes de estamentos sociales, etc.

Estos debates que se recogen en los pliegos de cordel y que se han prolongado hasta tiempos recientes pueden referirse, por ejemplo, a las disputas entre el agua y el vino, a contiendas entre un cristiano y un judío o un moro, entre un caballero y un clérigo, sobre las virtudes del día y de la noche, sobre la riqueza y la pobreza o al curioso debate entre el cuatro y el tres, entre otros.


Para ilustrar esta primera entrada me voy a detener en el clásico enfrentamiento entre el trigo y el dinero donde se dirime cuál de ellos ostenta la mayor excelencia.


Estos debates o contiendas fueron muy apreciados en la Edad Media, no solo en el ámbito hispánico, sino también en el resto de la Europa occidental. Los debates literarios remontan a una tradición muy antigua y se conocen al menos desde el siglo IX, y cuyos precedentes remontan hasta los diálogos de Platón o de Cicerón o a las églogas de Virgilio, etc.


Mediante estos debates, que podemos considerar como un género en sí mismo, se analizan dos puntos de vista diferentes sobre un tema de interés. Hay que recordar la importancia de la dialéctica en el sistema educativo medieval. Entre las habilidades y saberes que se exigían en las universidades tenía gran importancia el llamado «trivium», que conjugaba la gramática, la retórica y la dialéctica. La habilidad dialéctica consistía en el arte de razonar y en el ejercicio del arte de la disputa sobre un tema. Un buen dialéctico debería ser capaz de defender posturas contrarias sobre un determinado tema. Los educandos debían practicar esa especie de justas dialécticas para adquirir una buena perspectiva general sobre una determinada «quaestio».


Del diálogo en forma de debate conocemos textos en latín y en lenguas vernáculas. Una de las formas de diálogo medieval más apreciada era la de la del maestro con el discípulo, cuya finalidad era didáctica y servía de vehículo para desarrollar un determinado tema.


Para ilustrar este tipo de debates traigo el ejemplo de un pliego muy conocido que trata sobre las excelencias del trigo y el dinero.



Pliego sin pie de imprenta y sin año
 

 

Barcelona, Impr. Ignacio Estivill, s.a. 

 

Madrid, Impr. de Andrés de Sotos, s.a.

En una primera lectura se nos viene a la memoria el famoso «Enxienplo de la propiedat qu’el dinero ha» que compuso el Arcipreste de Hita en el siglo XIV tomando como fuente un poema goliárdico.

Veamos, a modo de ejemplo, algunas similitudes:

Sea un omne nesçio e rudo labrador,
los dineros le fazen hidalgo e sabidor (...).
Él faze cavalleros de neçios aldeanos,
condes e ricosomnes de algunos villanos
 (Libro de Buen amor, estrofas 491 y 500)

Hago al pobre poderoso, discreto al que necio era,
también de un soldado raso hago un general apriesa.
(El trigo y el dinero)

Vi tener al dinero las mejores moradas,
altas e muy costosas, fermosas e pintadas;
castillos, heredades e villas entorreadas
al dinero servían e suyas son conpradas
(Libro de buen amor, estrofa 501)

Yo edifico casas, pueblos, villas, ciudades y aldeas,
alcázares y palacios, castillos y fortalezas,
catedrales y ermitas y otras fábricas diversas.
(El trigo y el dinero)

Como es harto conocido el tema medieval del poder del dinero es retomado por Quevedo en su célebre letrilla «Poderoso caballero es don Dinero», que por sabido omito, así como otras similitudes temáticas.

Adjunto el enlace de la popular adaptación cantada de Paco Ibáñez sobre la letrilla de Quevedo.


En el pliego el trigo manda a callar al dinero, al que llama villano, considerándolo como el causante de todos los vicios y males. La composición muestra en su conjunto su clara intención moralizadora al identificar al trigo con la hostia consagrada frente a lo meramente material del dinero. Es curioso observar cómo la mayor parte del romance desarrolla «in extenso» las excelencias del dinero frente al trigo, quien, a la postre, sale finalmente airoso de la disputa.

Añado otra portada distinta de la Casa Hernando, en Madrid y el comienzo de la relación recogida en Chile, lo que da prueba de su popularidad y difusión.

Portada del pliego editado en
Madrid por la Impr. Hernando, s.a.
Recogido por Vicuña Cifuentes, Julio,
en Romances populares y vulgares,
Santiago de Chile, 1912.























Para finalizar esta primera aproximación copio un poema de temática similar, aunque de traza descuidada y claramente moderno, del que no he logrado identificar ni al autor ni su procedencia.

Estando el trigo en el campo
jugando con las amapolas
pasó por allí el dinero
y le preguntó con sorna:
—¿Qué haces amigo mío?
tan distraído que estás,
yo que no tengo tiempo
ni de poder almorzar.
Siempre voy de mano en mano
o de bolsillo en bolsillo
y no me puedo fumar
ni un simple cigarrillo—.
Entonces el trigo contesta:
­—Pero, ¿tú sabes lo bonito que es
tener el alma tranquila
y no tener nadie a tus pies?
Porque tú ya lo sabes
siempre has dicho
que tú eres don Dinero.
Siempre estás ufano
siempre estás muy contento
regodeándote del poder
pero siempre dando escarmiento.
Y con eso no se vive
porque en el mal de este mundo
siempre estás tú por medio.
En la prostitución, el engaño,
robos, desfalcos,
las familias se pelean
los hermanos no se hablan
y hasta renuncian de Dios
y con el diablo se casan.
Si tú crees que eso es bueno
estás muy equivocado,
porque siempre te acompaña
la ambición y la venganza
y el querer tener poder
para dominar las masas.
Tú no me ves a mí,
que siempre ayudo a la gente
en su comida, en su mesa
y también en la despensa.
Acábate de enterar
porque si tú no lo sabes
también estoy en el altar
y me siento muy contento
de poder ayudar
al rico y a todo el mundo
porque son hijos de Dios
y todos los seres vivos
tenemos que pedir perdón—.


Antonio Lorenzo



sábado, 20 de abril de 2013

La molinera y el corregidor



Si algo se puede decir de esta graciosa composición es que ha sido inspiradora de la célebre novela de Pedro Antonio de Alarcón «El sombrero de tres picos» (1874), novela inspiradora a su vez del famoso ballet de Manuel de Falla, de igual título, estrenado en Londres en 1919, aunque una primera versión de la obra bajo el título de «El corregidor y la molinera», ya se estrenó en el teatro Eslava de Madrid en 1917 en forma de pantomima en dos partes.

Pocos casos hay en que una canción narrativa, no propiamente un romance como se viene repitiendo, puesto que combina versos de 8 y de cinco sílabas, haya tenido tanta repercusión y se haya convertido en un sólido referente de sendas obras que han alcanzado una difusión internacional.

La persistencia de la tradición oral, que se ha mantenido ininterrumpida desde el siglo XIX,  ha permitido el que la historia del molinero Lucas, su desenfadada esposa Frasquita y el estrafalario corregidor haya resultado ser tan sugerente que, hasta el propio Picasso, asumió el encargo de diseñar los decorados y trajes para el estreno del ballet de Falla.


Decorado de Picasso para el estreno del ballet de Falla

Figurines de Picasso



El antecedente sobre el que se inspira Alarcón proviene de su conocimiento de un pliego suelto recogido en el segundo tomo del Romancero de Durán (Tomo II, nº 1356) titulado «El molinero de Arcos» que preludia la historia, así como en los romances orales que llegó a conocer y escuchar.



En el prefacio, Alarcón expresa con claridad la fuente de su novela:
«Un zafio pastor de cabras, que nunca había salido de la escondida Cortijada en que nació, fue el primero a quien nosotros se la oímos referir. Era el tal uno de aquellos rústicos sin ningunas letras, pero naturalmente ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra literatura nacional con el dictado de pícaros. Siempre que en la Cortijada había fiesta, con motivo de boda o bautizo, o de solemne visita de los amos, tocábale a él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasadas y recitar los Romances y Relaciones; y precisamente en una ocasión de estas (hace ya casi toda una vida..., es decir, hace ya más de treinta y cinco años) tuvo a bien deslumbrar y embelesar cierta noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de ''El corregidor y la molinera'', o sea de ''El molinero y la corregidora'', que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de ''El sombrero de tres picos''».
Algunos estudiosos han querido ver en la canción narrativa de «El corregidor y la molinera» ciertas similitudes con un cuento de Boccaccio en su octava Jornada, aunque más bien hay que atribuir el motivo de los adulterios cruzados y las venganzas que ocasionan a motivos folklóricos preexistentes en cuentos y leyendas, lo que viene un poco a corroborar burlonamente aquello de que todo lo parecido se parece. Hay una amplia literatura folklórica de molineras y de molineros adúlteros que sería prolijo enumerar siquiera.

También se ha señalado la influencia en la novelita de Alarcón de un fabliau titulado «Le meunier d’Arleux» donde también se suceden desplazamientos de camas y desarrollos parecidos. Pero en el hecho de que en una narración aparezca un molino, una ciudad cercana e imprecisa, la noche que facilita el intercambio de papeles, los cambios de ropas y el adulterio, consumado o no, son elementos y motivos tan generalistas que resultaría arriesgado el tomarlos como fuentes directas.

Pero vayamos a los pliegos inspiradores de la novela de Alarcón.

Publico, en primer lugar, la portada del pliego que recoge el texto de Durán en su recopilación, antecedente de los siguientes.



A continuación expongo tres versiones del mismo pliego editados en imprentas diferentes: Imprenta 'El abanico' [Barcelona], s.a.; Imprenta de F. Santarén (Valladolid) en 1873 y el editado en Reus por 'La Fleca', s.a.







La obra de Alarcón difiere en su argumento con el pliego que presentamos. La mentalidad de la época concordaba mejor con el final feliz y la salvaguarda de la virtud de la mujer del molinero y la del corregidor.

No debemos dejar de citar también a «La  molinera de Arcos» de Alejandro Casona, estrenada en 1947 en el Teatro Argentino de Buenos Aires, donde residía entonces el dramaturgo. Obra inspirada a su vez en la obra de Alarcón, añadiendo un eslabón más a la cadena de recreaciones y adaptaciones de aquella historia contada en la canción narrativa de principios del siglo XIX y de tan largo recorrido.

Casona retoma el motivo común de la anécdota del molinero que toma venganza en la esposa de su rival vistiendo sus ropas, pero utilizando materiales tan tradicionales como romances, refranes, músicas y bailes a modo de las comedias de Lope.

La desenvoltura y viveza de los diálogos, junto a la caracterización de los personajes y el ritmo ágil de la narración ha contribuido a que esa seminal y humilde canción narrativa haya perdurado en el tiempo y haya sido motivo inspirador de excelentes y conseguidas obras.



Antonio Lorenzo


lunes, 15 de abril de 2013

Dime cómo te llamas y te diré cómo eres



Continuando con el apartado de las sátiras sobre las mujeres y el matrimonio, traemos en esta entrada una de las composiciones que más han circulado en pliegos de cordel hasta fechas recientes, como veremos. Al tratarse de un solo pliego en diferentes versiones lo he titulado «Dime cómo te llamas y te diré cómo eres».
En la Biblioteca Nacional (Sig. R-11.387) se conserva el único ejemplar de un pliego en 4ª que contiene una «Descripción astrológica de las inclinaciones y condiciones de todas las mujeres», impreso en Barcelona en 1606 y atribuida a un desconocido Licenciado Lucas Lucano, catedrático de Matemáticas en la ciudad de Oñate, en Guipúzcoa, que dice sacarla de varios discursos de poetas célebres.
Dada la enorme rareza de este único pliego, antecedente sin duda del tantas veces reimpreso y conocido, paso a reproducirlo.




Lope de Vega, como urdidor, fabulador, creador y adaptador torrencial de historias y tradiciones no fue ajeno, a su pesar, de que las obras sacadas de su ingenio se trasladaran en forma impresa a estas hojas volantes y efímeras que comentamos en este blog. Pero uno de los problemas que suscita su ingente producción es la atribución fidedigna a su pluma de composiciones que han ido rodando de plaza en plaza sin que se cite la autoría de las mismas, pues el concepto de propiedad intelectual no regía en el Siglo de Oro tal y como lo entendemos ahora.
Los problemas de la indubitable atribución de comedias y de composiciones a Lope resulta complicado, pues ya en la propia vida del escritor este mantuvo pleitos con impresores y editores. Muchas de las «Partes» que recopilan las comedias de Lope salieron de las imprentas sin su consentimiento. Lope tomó las riendas de la edición de sus obras a partir de la «Parte IX» (1617). Eso quiere decir que de la datación exacta al dramaturgo de muchas de comedias o poesías que circulaban no se tiene la certeza absoluta de su autoría, siendo muchas de ellas atribuidas a Lope por la fama y el prestigio que daba su nombre.
Precisamente es en la «Parte III» donde aparece la loa que supuestamente inspira el pliego que vamos a comentar sobre los nombres de las mujeres. Pero esta Parte recoge no solo obras de Lope sino que, aprovechando su tirón comercial, también la integran obras de otros autores. De hecho el título es: «Tercera Parte de las comedias de Lope de Vega, y otros autores, con sus loas y entremeses, las cuales comedias van en la segunda hoja». Publico la portada de la edición madrileña de 1613, aunque según estudiosos se trata de una falsificación hecha en Sevilla y reeditada luego en Barcelona en 1614.
Obviamente no voy a entrar en estos pormenores, pero lo que considero de gran interés para lo que nos ocupa es el trabajo de Joaquín de Entrambasaguas en su artículo «Acerca de la atribución de una ‘Loa’ a Lope de Vega» (recogido en «Estudios sobre Lope de Vega, III, Madrid, CSIC, 1958») donde apuesta por la autoría de Lope de la célebre «Loa famosa de las cualidades de las mujeres», que cree anterior e inspirador del pliego reproducido de la «Descripción astrológica…». Entrambasaguas sugiere que la Loa de Lope es anterior, aunque desaparecida, a la descripción astrológica impresa en 1606 que hemos reproducido y que fue fuente de la misma y a su vez fuente de las sucesivas reimpresiones del romance.
No es de extrañar estas discrepancias entre el editor y el que obtuvo la licencia, puesto que pueden no coincidir, así como la cesión de licencias entre distintos libreros-editores.
En caso de ser cierta esta hipótesis, se trataría de uno de los escasos antecedentes de la adaptación de obras de autores famosos del Siglo de Oro al selvático mundo de los pliegos de cordel. En una anterior entrada ya dimos cuenta de un caso parecido de una jácara de Quevedo recogida en el pliego de «El cabildo de los gatos».
Reproduzco la loa de Lope que se recoge en la Parte III de sus comedias, según la edición falsificada de Madrid en 1613.




A continuación publico diferentes reimpresiones del famoso pliego de los «Nombres, costumbres y propiedades de las señoras mujeres». El primero carece de lugar y de fecha de impresión.




Esta segunda muestra da idea de la popularidad del pliego, pues se edita en Madrid en la Imprenta de Marés, se reimprime en Burgos en 1862 y en Lérida en la Imprenta de Corominas.




Adjunto una curiosa reimpresión del mismo pliego por la Imprenta Universal, en Madrid, pero con el nuevo título de «Las 299 novias por 10 céntimos», que se supone que es el precio de adquisición del pliego.





Adjunto también un pliego moderno que compré en la calle Toledo de Madrid en la década de 1980 donde incluye -para compensar- las faltas de los hombres.


No quiero terminar esta entrada sin comentar algo de la difusión de este romance fuera de la península, de lo que anoto apenas unas citas. En el «Cancionero popular de Jujuy» (1934), recogido y anotado por Juan Alfonso Carrizo en esa provincia argentina, aparecen estas coplas:


[…]
Las Anas son melindrosas,
la Micailas feas y vanas,
introducidas las Juanas
presumidas son las Rosas
las Franciscas son chismosas
las Manuelas dan que hacer,
las Panchas quieren tener,
las Carmelas son molestas,
las Teresas mal contentas
a ninguna he de querer.

También en el «Cancionero Popular de la 'Revista de Derecho'» (1905) de Estanislao S. Zeballos, se recoge esta glosa en décimas sobre el mismo tema:

A mujer no he de querer
Todas me causan enfado:
Nunca me he de ver casado,
Siempre soltero he de ser.

A mujer no he de querer
todas me causan enfado:
nunca me he de ver casado,
siempre soltero he de ser.

Las Anas son melindrosas,
las Micaelas feas y vanas,
introducidas las Juanas
y presumidas las Rosas;
las Cuchas son muy chismosas,
las Manuelas dan que hacer
las Panchas quieren tener,
las Josefas son molestas,
y siendo así todas éstas,
a mujer no he de querer.

Las Petronilas son frías,
las Teresas flatulentas,
las Bernardas fraudulentas,
y muy lisas las Lucías
pedigüeñas las Marías
las Luchas no me han cuadrado,
en las Nieves he observado
ser beatas muy paseadoras;
todas me causan enfado.

Antonio Lorenzo


lunes, 8 de abril de 2013

Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (V)



Publico en esta entrada tres nuevos pliegos.

El primero de ellos, impreso en Lérida en la imprenta de la Viuda de Corominas, s.a.  es un curioso caso de convergencia entre las noticias históricas y el propósito general de las mujeres de buscar marido.

El pliego, fechado en 1838, hace alusión a la «Primera Guerra Carlista», que se desarrolló en España entre 1833 y 1840 a la muerte de Fernando VII entre los partidarios de su hermano, Carlos María Isidro, y los partidarios de la proclamada Isabel II, todavía niña, bajo la regencia de su madre Mª Cristina.

El interés sociológico del pliego reside en la principal preocupación de las mujeres por la escasez de mozos para casarse y su poco interés por las vicisitudes políticas de los partidarios de Carlos o de Isabel.
                    Unos se llaman facciosos,
                    otros se llaman cristinos,
                    lo cierto es que nosotras
                    nos quedamos sin maridos.
                    Ya hace cinco años
                    que anda la guerra,
                    nada han adelantado
                    Carlos ni la reina.
                    Paz, paz, españoles,
                    paz, paz en la España,
                    maridos queremos
                    que es lo que nos falta.
Se recoge también en el pliego el hecho de que antes de la guerra se «quintaba» y se escogían a los mejores mozos «de talla» para entregarles las armas. En cambio, debido a la nueva situación ahora participan tanto los buenos como los malos mozos. También se hacen eco las mujeres del enfrentamiento con las viudas que pretenden casarse al haber muerto sus maridos, lo que supone una pugna por un buen mozo, ante lo que las mozas solteras replican que ‘nunca una viuda es como una moza’.

Este pliego es un claro ejemplo que refleja la condición y el papel de la mujer en la sociedad de fines del XIX donde su finalidad en la vida es el matrimonio, aunque también es cierto, como se apunta maliciosamente, que en su espera a que los mozos regresen del servicio, las mujeres se ‘consuelan’ con los chiruelos que quedan:
                    Cuando no había guerra
                    teníamos el consuelo
                    si se llevaban los buenos
                    nos dejaban algunos chiruelos.
                    Se pasaba este rato
                    con mucha alegría
                    y también el gusto
                    si es que convenía;
                    no diré, señores,
                    de lo que gustaba
                    porque ya me entienden
                    con pocas palabras.


El segundo pliego que expongo, reimpreso en Lérida por la Viuda de Corominas en 1842, hace alusión a una extraña «bandera de San Marcos» que paso a comentar.

Llevar la  «bandera de San Marcos» se considera como equivalente a ser cornudo. Es interesante el comentar esta expresión que parece contradictoria, pues el animal asociado a san Marcos no es el toro, que se asocia a san Lucas,  sino el león.

Si repasamos diversos cancioneros encontramos coplas que aluden a esta bandera de san Marcos como correspondiente a ser un cornudo.
                    El día que yo me casé
                    dando vueltas por el cuarto,
                    en un rincón encontré
                    la bandera de San Marcos.
                     Si te casas, llevarás
                    de San Marcos la bandera
                    los cuernos como los toros,
                    pero son de otra manera.
De la copla también se encuentran paralelos en Ecuador:
                   Cuando con mujer de todos
                   se casó Juan de los Arcos,
                   le nombró el cura prioste
                   permanente de San Marcos.
En un pormenorizado estudio de José Mª Alín, en el que nos apoyamos sobre este tema, publicado en las Actas del Congreso internacional «Lyra minima oral III»: ‘De la canción de amor medieval a las soleares’, Fundación Machado y Universidad de Sevilla, 2004, considera el autor que la expresión de «la bandera de San Marcos», como sinónimo de cornudo, obedece a un error de interpretación y a la confusión con el nombre del toro, al que llamaban Marcos, por celebrarse su fiesta el 25 de abril. La errónea asociación del toro con san Marcos también ha pervivido en algunas fiestas patronales donde llevar el estandarte o la bandera del santo se asociaba a ser un cornudo, tal y como apunta esta seguidilla:
                    Anda que no te quiero
                    porque llevaste
                    el día de San Marcos.
                    el estandarte
La festividad de san Marcos, el 25 de abril, coincide con las antiguas celebraciones romanas llamadas «Rubigalia», destinadas a proteger las cosechas y a celebrar rogativas y en algunos lugares para hacer las llamadas «cabañuelas» para predecir el tiempo atmosférico. Esta celebración ha caído en desuso, aunque en ciertas localidades de Extremadura tuvo mucha raigambre, como en Brozas, Talayuela o Coria, pues hay testimonios que dicen que el toro asistía con mansedumbre a la misa y a la procesión en la iglesia mientras las mujeres le adornaban con guirnaldas de flores y roscas de pan en las astas, recobrando su fiereza una vez acabadas estas ceremonias. Para más informaciones remito al estudio de Julio Caro Baroja recogido en «Ritos y mitos equívocos», Ed. Istmo, Madrid, 1974.


Las explicaciones sobre cómo se consigue la mansedumbre del toro pasan por atarle una especie de faja en la rodilla diestra, o la más verosímil, cual es emborracharle sin darle comida, o a las propiedades de cierta planta llamada «onagra».




Concluimos esta entrada con un pliego, impreso también el Lérida en la imprenta de la Viuda Corominas en 1845, donde se nos cuenta el frustrado cortejo de un galán a una remilgada dama que siempre encuentra excusas para demorar el encuentro.



©Antonio Lorenzo

miércoles, 3 de abril de 2013

Sátiras sobre las mujeres y el matrimonio (IV)


Publico tres nuevos pliegos completos editados en Madrid: Imprenta de D. J. M. Marés, 1846; Imprenta de F. Hernández, s.a. e Imprenta de D. José M. Marés, 1847.









Antonio Lorenzo