viernes, 22 de marzo de 2013

Mujeres vengadoras (3ª parte)

«La estatua que representa la efigie del legendario personaje de la Serrana de la Vera, protagonista de varios romances y obras literarias de otros tantos autores famosos, entre los que se encuentra Lope de Vega, ocupa desde primeras horas de la tarde del pasado jueves el pedestal de roca granítica que ha sido levantado para este menester en el Mirador de la Serrana, junto a la carretera que une Garganta la Olla con el Real Monasterio de Yuste».
Así se recogía la noticia del emplazamiento de la efigie de la Serrana, cuyo autor es Evaristo García, en El periódico Extremadura del 12 de julio de 2005. El alcalde garganteño, don Casimiro Herrero, razonaba la inauguración del monumento con las siguientes palabras:
«En cuanto a los objetivos que el consistorio garganteño intenta conseguir con la instalación de la estatua de la Serrana en las inmediaciones de los montes, donde según la leyenda llevó a cabo su venganza al despecho amoroso que sufrió por parte de un noble placentino, el edil señaló que se trata de añadir "un atractivo turístico más", al mismo tiempo que se recuerda y se pone en valor a un personaje, cuya leyenda ha traspasado los límites regionales».
La Serrana de la Vera constituye, en efecto, todo un referente de aquellas mujeres fuertes y aguerridas que actúan por despecho en las alturas de los montes.

Si bien no conocemos ningún pliego de cordel que se haga eco de esta serrana matadora de hombres, sí se encuentra muy extendida su presencia en el romancero panhispánico. Siguiendo el enlace se pueden consultar en línea la nada despreciable cifra de 213 versiones de este romance.
http://depts.washington.edu/hisprom/optional/balladaction.php?igrh=0233
Si nos detenemos en leer unas cuantas versiones enseguida apreciamos que, bajo la aparente homogeneidad de la historia, encontramos una diversidad de desarrollos junto a unos desenlaces bastante distintos, lo que es lugar común en el romancero tradicional.

Como ejemplo ilustrativo de este romance, publico una versión inédita que recogí en la comarca salmantina de «Las Arribes del Duero».

La serrana de la Vera (é-a)

Versión de Corporario (Salamanca), de María Soledad Vicente Carretero, de 52 años. Recogida por Antonio Lorenzo el 14 de diciembre de 1983. Música registrada.

Se pasea una serrana a la orilla una ribera,
por ver cómo corre el agua, cómo bailan las arenas.
Y viera estar a un pastor subido encima una peña.
– ¡Bájate de ahí, el pastor, antes que coja una piedra!
– Yo me bajaré, serrana, más de miedo que vergüenza. –
Lo ha cogido por la mano, para su casa lo lleva.
No lo lleva por carril ni tampoco por vereda,
que lo lleva por un monte que de cristianos no era;
donde había muchas crucitas, muchos montones de tierra.
Animóse y preguntóle, que el que pregunta no yerra:
– ¿De qué son estas crucitas, tantos montones de tierra?
– De hombres que yo he matado y ahí les entierro la cabeza,
como te he de hacer a ti cuando mi voluntad sea. –
Lo ha cogido por la mano, para casa lo metiera.
Con la piedra del molino le ha atrancado bien la puerta,
pero ella se descuidó y la dejó medio abierta.
A él le dio un viulín (sic), ella tomó la vihuela;
pensó de dormirlo a él, pero se ha dormido ella.
Al encontrarla dormida, a encaminar se comienza.
Ha andado ya legua y media y sin volver la cabeza.
Al despertar la serrana patea como una perra.
Con la piedra del molino ha largado legua y media.
A la legua y media andada, la serrana ya lo llama:
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una oveja.
– Si la oveja vale dos, yo te daré tres por ella.
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una prenda.
– Si la prenda fuera de oro, yo no volvería a por ella.
– Aguárdate ahí, el pastor, que aquí dejas una perra.
– Más si la perra rabiara, usted rabiara con ella.
– No me descubras, pastor, cuando llegues a tu tierra.
– No te descubro, serrana, mientras yo no llegue a ella;
ya sabes que mientras llegue la cueva está descubierta.
– A mí tanto se me da y a mí tanto se me queda,
que mi padre es un pastor y a mí me parió una yegua. –        

Lope de Vega y Luis Vélez de Guevara, adaptaron o se inspiraron en el romance que conocían para elaborar sus célebres obras. En la de Lope, la figura de la serrana no es la aguerrida hembra que se nos muestra en los romances, sino una discreta dama que se conserva virgen y acaba casándose con su amado. Vélez de Guevara, en cambio, se ajusta más a las características hombrunas de la serrana romancística y la sitúa en Garganta la Olla, donde es seducida por un capitán y es poseedora de una gran fortaleza física, a modo de un Polifemo hembra.

La intriga que se desarrolla en los romances suele estar constituida por estas secuencias:

* Localización (Garganta la Olla, Sierra Morena, Pacencia, Florencia, Urpo, etc.)
* Encuentro con el galán (pastor, soldado, caminante, etc.)
* Seducción forzosa y juegos amorosos
* Huida del galán aprovechándose del sueño de la serrana
* Persecución del galán
* Desenlace abierto

En el desenlace de bastantes versiones, la serrana afirma ser hija de un hombre y de una yegua. El cruce de especies distintas y, por tanto, la violación de las leyes naturales, convierten a la serrana en un personaje transgresor que produce en el imaginario colectivo un miedo atávico, lo que sin duda ha propiciado, entre otras razones, su permanencia en el tiempo.


La figura de la serrana no se corresponde exactamente con la de la bandolera de las comedias ni con las serranas medievales, y mucho menos con las galantes serranillas, aunque presenten características comunes. La variante medieval de la serrana, de gran fuerza física, persigue a los hombres para gozarlos. En los romances muestra su intención de matarlos, pero después de disfrutar de ellos. Las bandoleras de las comedias (y de los pliegos) pretenden vengarse de los hombres por despecho.

Si repasamos las 213 versiones que se pueden leer en el enlace señalado, la acción se desarrolla en muchas de ellas en Sierra Morena, y otras en escenarios fabulosos, como «A les muntanyes de l’Oro, / les muntanyes de Florencia» (Versión de Olot); o «A las montanyas de Urpo, / a la ciutat de Clemencia» (versión de Ripoll). A pesar de la abundancia de versiones que sitúan el escenario donde actúa a la serrana, cerca de Plasencia, aceptamos el análisis de Caro Baroja:
 «El tema de la serrana de la Vera no es un tema histórico; se trata de un tema mítico que ha quedado en el folklore de una región bajo formas especiales, pero del que se pueden encontrar también vestigios en el folklore de otras partes».
(Caro Baroja, Julio: ¿Es de origen mítico la 'leyenda' de la Serrana de la Vera?, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, II (1946), págs. 568-572.

Dibujo de Caro Baroja en un estudio posterior sobre el mismo tema
Algunos eruditos locales extremeños, y algunos otros, sostienen la historicidad real del personaje. En la actualidad, hasta se organizan excursiones por la Ruta de la Serrana y hasta creen localizar sus huellas marcadas en una roca o la fuente en la que bebía. Se trata, en fin, de un curioso caso de reinterpretación de una leyenda de origen mítico con fines comerciales.

En las distintas actualizaciones del romance se puede apreciar un entrecruzamiento de motivos, así como de sedimentos narrativos de carácter contradictorio: por un lado forzuda y destructiva y por otro creadora y promiscua, lo que reviste a su figura de una ambivalencia que conjuga a la par belleza y fuerza y amor y muerte, lo que hace de este romance un ejemplo notable de la vida tradicional del romancero.
Antonio Lorenzo

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